Cuando observamos o nos referimos a la realidad del país, fácilmente la asociamos a expresiones como “Colombia es un país violento”. Solo basta ver los
noticieros, los periódicos o los comentarios de las personas que nos rodean, para
llegar a esa terrible realidad. Pero ¿Qué es la violencia?
Darío Betancourt, historiador colombiano, muerto a manos de los violentos,
definió la violencia como: “los comportamientos destinados a causar perjuicios
físicos a personas, o daños a cosas; empleo efectivo de la amenaza y de la fuerza para obligar a otros a hacer lo que no harían
en condiciones normales; el hecho producto de la
fuerza bruta, de la compulsión, de la imposición
de unos sobre otros, sea por los gestos, por la voz,
por la mirada o por el hecho mismo, que puede ser
un golpe o el uso de instrumentos materiales para
herir, para destruir al otro, etc., la violencia puede
presentarse en formas más sutiles, más indirectas,
pero con la misma finalidad, Ilegar al hecho último
que facilite la destrucción, la muerte, la desaparición, el perjuicio físico, mental o moral, del otro”.
La “violencia” bipartidista
A partir de la definición de violencia, se puede analizar muchas situaciones de la
vida cotidiana, pero ¿desde cuándo se habla de la violencia en Colombia?
En Colombia se denomina “Violencia” al periodo histórico entre 1946 y
1965, en el cual se enfrentaron los dos partidos políticos tradicionales: Liberal
y Conservador. No hay que olvidar que previo a esto, la sociedad colombiana
estaba viviendo una gran agitación por las reformas liberales impulsadas por
Alfonso López que había legalizado los sindicatos, había impulsado la reforma
agraria al igual que la libertad de culto y de enseñanza. Estas reformas tenían
conmocionados a los conservadores a la iglesia y a los terratenientes, pues veían
afectados sus intereses.
Con la llegada de los conservadores de nuevo al poder en 1946, por medio de
la presidencia de Ospina Pérez, la sociedad agudiza estas tensiones y da paso al
periodo de la violencia que se recrudece en las zonas rurales que proclaman “a
sangre y fuego” haciendo eco al pronunciamiento de un ministro conservador.
Esta confrontación no tardó en llegar a las ciudades, pues el ejército reprimía con mayor dureza
a los sindicatos y las organizaciones obreras que
eran respaldadas por los liberales y por la izquierda
que se estaba conformando como resultado de la
expansión de las ideas de la Unión Soviética.
Durante la República Liberal, el presidente tenía
la potestad de nombrar a los funcionarios públicos
(alcaldes y gobernadores). A su vez, estos podían
nombrar a su equipo de gobierno. Aprovechando esta ventaja en todos los municipios, incluso
aquellos de tradición conservadora, se nombraron
alcaldes y funcionarios liberales lo cual facilitó el
control del poder político y militar.
Para contrarrestar este poder, se comenzó a
pactar un acuerdo de unión entre caciques y gamonales quienes buscaban establecer su autoridad
ante la población civil, respaldados por el ejército
y la creación de grupos militares al margen de la
ley, especialmente en Boyacá, Cundinamarca, Tolima y Huila y especialmente en el norte del Valle.
La Violencia se caracterizó por la creación de
bandas de hombres armados afiliados a uno de los
dos partidos, recibió diversos nombres según la región; por ejemplo en Antioquia se les llamó “bandoleros” o “chusma”, en Tolima y norte del Valle a
las cuadrillas se les llamó “pájaros” y “contrachusma”; en el Quindío se les llamo guardias cívicas o
“aplanchadores”.
Jorge Eliécer Gaitán
En los años 40, el descontento popular frente a la
represión del Estado contra todo intento de organización de movimientos obreros y populares, llevó
a presentir que otros acontecimientos, como el de
la masacre de las bananeras, podrían ocurrir en el
panorama social y político, razón por la cual el
presidente López renunció en 1944. El poder lo
tomó entonces Alberto Lleras Camargo hasta 1946,
pretendiendo fortalecer las clases dominantes de
todo el país y de ambos partidos como una Unión
Nacional con el lema “Revolución del Orden”.
Esto llevó a la represión por parte del gobierno.
Los militantes de movimientos populares fueron objeto de despidos y arrestos masivos, de la desarticulación de sindicatos, y de la anulación violenta de
protestas urbanas.
Esto generó aún más descontento popular, lo que
favoreció el surgimiento del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, quien demandaba, con su ideología, la
unión del pueblo contra las oligarquías.
Esto generó aún más descontento popular, lo que
favoreció el surgimiento del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, quien demandaba, con su ideología, la
unión del pueblo contra las oligarquías.
Fue jefe único del partido Liberal y candidato
a la presidencia de la república para el periodo
1950-1954. Presentó ante el Congreso el proyecto
de ley denominado “Plan Gaitán”, que proponía
reformas democráticas en lo económico; sin embargo el plan fue rechazado.
En su carrera política denunció fuertemente,
hasta el día de su muerte, la violencia oficial y pidió la moral del país y llamó a la resistencia a la
población civil. Las manifestaciones convocadas
por Gaitán eran frecuentes, entre las más famosas
están la Marcha del silencio y la Marcha de las
antorchas, organizada para protestar por la muerte
de varios líderes del partido liberal a mano de conservadores. Logró unir al partido Liberal dividido y
se perfilaba como el próximo presidente.
El Bogotazo
El 9 de abril de 1948, en pleno centro de Bogotá,
fue asesinado el líder popular Jorge Eliécer Gaitán,
situación que desencadenó grandes disturbios en
la ciudad. Se incendiaron los ministerios, el Palacio
Arzobispal, saquearon los almacenes y todo aquello que representara el poder Conservador. La reacción popular se hizo sentir en varias ciudades de la
nación. A esta situación se le conoce en la historia
como el “Bogotazo”.
La reacción de los seguidores del caudillo se
hizo visible en otras ciudades, donde se pensó
conformar la Junta Revolucionaria. El asesinato representó una crisis para el gobierno a quien se le
pidió a renuncia. El saldo final de muertos fue de
1.500 aproximadamente.
La muerte de Gaitán agudizó el conflicto bipartidista, por un lado los liberales perseguían a os responsables de la muerte de Gaitán, mientras
que el gobierno perseguía a los líderes de los levantamientos contra el gobierno, la violencia oficial se recrudeció.
La calma lograda después del Bogotazo mostró
su debilidad al clausurar el Congreso, en noviembre de 1949 y Gómez asumió el poder en 1950.
Durante su gobierno, continuó con las reformas de
Ospina, solicitando grandes préstamos a la banca
internacional y permitiendo la inversión extranjera.
Regiones afectadas por la violencia
Con la muerte de Gaitán se dio inicio a la “Violencia”, primero en Bogotá y luego en el resto del país.
Los efectos de la violencia se sintieron con mayor
fuerza en algunos sectores del territorio colombiano.
Las guerrillas liberales o bandoleros se organizaron en las zonas rurales por quienes huyeron de la
persecución después del 9 de abril, principalmente
en los departamentos de Antioquia, Cundinamarca,
santanderes, Valle, Quindío, Tolima y Llanos Orientales agrupando un ejército de 20.000 hombres.
Para 1948, se extendió al resto del país sin
que las costas y el sur del país fueran sus escenarios principales.
En estos territorios eran frecuentes las amenazas, los atentados y los asesinatos de líderes políticos. Durante este periodo, el enfrentamiento de
los grupos armados alcanzó niveles extremos de
crueldad: torturas, asesinatos, mutilaciones robos
y destrucción de propiedades.
Las rivalidades se intensificaron tanto que la venganza se volvió la forma común como la sociedad
resolvía los conflictos e impartía justicia. La situación llegó a tal extremo en algunas zonas, que se
necesito de salvoconductos para garantizar la vida.
Una de las bandas más temibles se desarrollo en
Caldas, fue llamada de los “pájaros” liderada por
León María Lozano, apodado el “Cóndor” quien
mantuvo el control en la zona por mucho tiempo.
Consecuencias de la violencia
Los efectos de la violencia bipartidista se sintieron a
lo largo y ancho del territorio colombiano. Una de
las principales consecuencias fue a destrucción de
edificios oficiales, el saqueo, grandes destrozos a almacenes y fábricas en las ciudades y la consecuente
crisis económica que estas medidas generaron.
La muerte de simpatizantes de ambos bandos,
más el sinnúmero de heridos producto de los enfrentamientos, se suma a las persecuciones y asesinatos selectivos de líderes populares que redundan
en el miedo generalizado en la población civil, la
cual empezó a desconfiar hasta del vecino. Cualquier comentario podía ocasionar la propia muerte o la muerte de otro; este sentimiento de temor
y zozobra se extendió en la población tanto del
campo como de la ciudad por muchos años.
En el campo se recrudecieron los enfrentamientos armados y las persecuciones a líderes comunitarios y de partido, el miedo a las masacres se hizo
cada vez más fuerte. Surgieron en el escenario de
los municipios figuras sanguinarias, encargados
de asesinar y acallar al oponente; desafortunadamente, el sicariato se volvió una profesión. Borrero
Olano y Navia Varón fueron los líderes del norte
del Valle, mientras que León María Lozano controló la situación en el ámbito urbano.
Otro efecto de la violencia fue el éxodo masivo
del campo a la ciudad. Debido a los conflictos armados de la violencia bipartidista, representó para
el gobierno una doble preocupación: por un lado,
las ciudades no estaban preparadas para recibir
a los desplazados, no se contaba con la infraestructura suficiente para atender la demanda; por el otro, el aumento de la población se tradujo en aumento de
mano de obra, que competía por el empleo, generando el
aumento del desempleo o la economía informal.
Violencia y ciudad
Las grandes ciudades han tenido sus dinámicas propias, en
ellas confluyen multiplicidad de problemas entre los que
prevalecen la delincuencia común y el asalto simple. Bogotá, Medellín y Cali, durante los primeros años de “industrialización”, comenzaron a recibir gentes de todas partes
que venían con la ilusión “del sueño citadino”, la ciudad
significaba la posibilidad de nuevas oportunidades de salud, educación, vivienda y de salarios estables.
Los procesos de migración hacia la ciudad aunque han
sido continuos desde 1920, han presentado épocas de “oleadas migratorias”. Estas han estado marcadas por procesos de
industrialización pero sobre todo por las épocas de violencia.
La violencia ha sido uno de los factores que más han
incidido en el desplazamiento hacia los cascos urbanos y
especialmente hacia las grandes ciudades ocasionando sobrantes en la mano de obra, que aunados a la actual crisis
inciden en los altos niveles de desempleo.
De igual forma, estas “oleadas migratorias” han generado
en las ciudades verdaderos cordones de miseria, pues no existen planes gubernamentales para hacer frente a esta realidad, y
a las oportunidades laborales; mucho menos planes de vivienda. Así, en la periferia de las principales ciudades se han conformado “micro ciudades ilegales” carentes de todo servicio.
El término de ilegalidad obedece a que en la mayoría de los casos al no encontrar posibilidades de vivienda (la mayoría de los desplazados llegan escasamente con lo que tienen puesto pero sobre todo con un temor increíble) tienen
que recurrir a invadir predios localizados en los límites de la ciudad en donde
muchas veces caen en manos de comerciantes y políticos sin escrúpulos que los
estafan con lotes ilegales; y así, los campesinos pasan a convertirse en los nuevos
miserables de las ciudades.
Bandolerismo
Los antiguos guerrilleros, de ambos bandos, algunos de ellos amnistiados, volvieron a las armas, pero no con una intención política sino con un interés económico personal, animados por el deseo del control del poder en una región, por lo
que se dedicaron al pillaje.
A estos grupos se les llamó bandoleros. En estas organizaciones se privilegio el deseo de venganza y de poder por el poder. El uso de la fuerza y la
crueldad. Sus acciones se caracterizaron por la sevicia y atrocidad, por lo general no actuaban solos sino que actuaban en cuadrillas, en donde se ejercía
abuso de la fuerza.
Entre sus acciones estaban el robo, la violación, la expropiación y el asesinato. Pocas veces recurrían al secuestro
En busca del orden social
Para establecer la paz, los liberales y conservadores acordaron que el General
Rojas Pinilla asumiera el poder. Él llegó a la presidencia por medio de un golpe
de Estado el 13 de junio de 1953.
Con el propósito de mantener el orden social y el control del estado, Rojas
Pinilla ofreció la amnistía a los guerrilleros liberales. Aunque la mayoría se acogieron, otros se sintieron engañados y recurrieron al bandolerismo como medio
de vida.
En el proceso de desmovilización guerrillera participaron Guadalupe Salcedo, líder de los Llanos Orientales, y el “Capitán Peligro”, líder del Tolima, con el
propósito de reducir al máximo los grupos alzados en armas. Pero este propósito
no se cumplió, pues otros grupos no aceptaron la amnistía y se mantuvieron. Fue
el caso de Manuel Marulanda Vélez, quien fundó las Farc.
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