jueves, 31 de agosto de 2023

Movimientos rurales

Colombia es un país históricamente agrario. Durante mucho tiempo, la economía del país ha girado en torno a la producción del campo como el café, el banano, la caña de azúcar, el algodón, las flores. Esta situación ha producido tensiones entre los terratenientes, grandes acumuladores de tierras, quienes han surgido gracias a la explotación de los campesinos, y los trabajadores del campo quienes han reaccionado a esta explotación y ha exigido reivindicaciones. 

Durante el siglo XX, los campesinos y los indígenas también se movilizaron para reclamar sus derechos, pues las condiciones de trabajo eran deplorables.

Otro aspecto que incidió en el conflicto fue el auge de café, que incentivó la colonización antioqueña y que generó enfrentamientos por los títulos de las tierras que se habilitaba para el cultivo.

De igual manera, la ganadería contribuyó a los movimientos campesinos, pues esta actividad ocupaba tierras baldías de considerable extensión, especialmente en Bolívar, Antioquia, Magdalena, que habían dado lugar a grandes haciendas improductivas.

Modalidades de trabajo campesino 

Los dueños de las tierras emplearon diferentes modalidades de vinculación y explotación de la fuerza de trabajo campesino entre los que se destacan los arrendatarios y la aparecería.

Los arrendatarios. En las haciendas pocos campesinos eran asalariados, la gran mayoría eran arrendatarios, es decir, trabajaban en las labores agrícolas en una pequeña parcela a cambio de una parte de la producción o de servicios de trabajo.

La aparcería. En esta modalidad, el aparcero que cultivaba la tierra, aportaba recursos diferentes a la tierra, en beneficio de la producción, con el compromiso de vender la cosecha y entregar al dueño un porcentaje de esta venta.

Además de las labores del campo el aparcero se comprometía a responder por los arreglos locativos, las mejoras en la infraestructura (caminos, cercas, pozos, entre otros) y el mantenimiento del predio. Si incumplía con alguna de estos compromisos estaba obligado a pagar una multa al hacendado.

Consecuencias de los movimientos campesinos

Como resultado de las movilizaciones de los campesinos de la década de los años 20, se logró un grado de organización que pudo oponerse a la monopolización de la tierra, exigir el reconocimiento del salario y condiciones dignas de trabajo y de vida. 

En este proceso de organización y consolidación de las protestas campesinas, las ideas comunistas jugaron un papel importante, alentando a estas organizaciones a reclamar los derechos y la participación política, estas agremiaciones tuvieron el apoyo del Partido Agrario Nacional o Partido Socialista Revolucionario.

Para el año de 1956, las organizaciones campesinas habían sido sometidas por los organismos del Estado, ya fuera por la represión o la indiferencia ante sus peticiones. En 1967, se funda la ANUC, Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, quien pretendía asociar a los campesinos como una compensación por la lentitud de la reforma agraria.

Movimientos indígenas

Los diferentes grupos indígenas vieron con tristeza como su territorio se iba disminuyendo con la llegada de los colonos, a pesar de que algunas leyes protegían los resguardos y cabildos existentes.

Bajo el liderazgo de Manuel Quintín Lame los indígenas del Cauca, Tolima y Huila, se organizaron y reclamaron el derecho a la tierra frenando con esto el despojo de las tierras por parte de los terratenientes.

Con la guerrilla constituida por Quintín Lame se realizaron asaltos a varias poblaciones, logrando convocar mayor número de campesinos y generando temor y respeto en los terratenientes.

Por estos hechos fue detenido en mayo de 1915 y mantenido preso por más de 4 años. Después de la detención se vinculó al movimiento Pijao y con su lucha logró la restitución de los resguardos de Ortega y Chaparral.

A la lucha de Quintín Lame se vincularon varias comunidades indígenas, entre los líderes más destacados está Eutiquio Timoté líder de la comunidad Pijao, quien se vinculo al socialismo revolucionario a diferencia de Quintín.


miércoles, 23 de agosto de 2023

Movimientos populares y reforma social en Colombia

 A los cambios generados en el orden económico y social en Colombia en los primeros años del siglo XX, se sumó la concentración de la fuerza de trabajo en las ciudades más importantes del país dando lugar a la clase obrera que era empleada en diversos sectores comerciales nacientes: cigarrillos, cervezas, tejidos; por un sector empresarial con fuertes monopolios.

Inicialmente, los obreros se fueron organizando en sindicatos y ante la debilidad política del Estado se desencadenaron las primeras huelgas como manifestación de descontento ante la presión de una clase dirigente que no apoyaba con justicia al trabajador y ante una fuerte explotación de hacendados y latifundistas.

En 1910 varias asociaciones artesanales y obreras comenzaron a darle forma a su pensamiento de organización y crearon en 1913 la Unión Obrera Colombiana, realizando en 1919 la primera conferencia nacional y divulgando su pensamiento a través de un semanario. Fue con los movimientos huelguísticos como se comenzó a formar el sentido gremial de los obreros. Los primeros movimientos generados en los enclaves coloniales de compañías norteamericanas, en las zonas petroleras, en la zona bananera, en las nacientes industrias textiles, hicieron tomar conciencia a los obreros, campesinos y artesanos que empezaron a organizarse y a recibir la influencia del movimiento socialista.

Posteriormente, varios intelectuales se organizaron en un círculo de estudios del marxismo y sus ideas fueron alimentando muchos de estos movimientos. La Unión Obrera de Colombia se creó en 1913 y a partir de 1919 con el reconocimiento del gobierno al derecho a huelga, se activaron en forma fuerte, convocando a congresos obreros, cese de labores laborales, y acción combativa contra el Estado. Uno de los sectores más afectados fue el de transporte, además del sector minero, artesanal, de construcción y agricultura.

Fue en ese decenio cuando surgió el despertar obrero que se manifestó con una inusitada actividad huelguística que exigía reivindicaciones sobre pago de salarios, jornadas laborales, estabilidad laboral, cumplimiento de la legislación entonces existente. Como sus peticiones no eran atendidas los trabajadores acudieron a la huelga, la protesta y la manifestación como otras formas de lucha. Una de estas se presentó en 1919 con la huelga de obreros de la compañía inglesa del Ferrocarril de La Dorada que inició el movimiento en defensa de un pliego de reivindicaciones laborales en torno a salarios, jornada laboral, y problema habitacional. 

Otro hecho se dio en la fábrica de tejidos de Bello, donde cerca de 350 mujeres fueron a la huelga exigiendo aumento de salarios, reducción de jornada, y mayor respeto por parte de los vigilantes.

Uno de los sitios donde se concentró la lucha sindical fue en Barrancabermeja, inconforme con las condiciones de los trabajadores de las exploraciones petroleras y auspiciadas por la figura de Raúl Eduardo Mahecha, con sus ideas socialistas y la divulgación de las mismas en el periódico Vanguardia Obrera. Una huelga que dejó huella en este sector fue la realizada en 1927 con más de 7 000 hombres, y la cual fue duramente reprimida por el gobierno. 

Según estudios de prensa de Mauricio Archila, en 1921 se dieron nueve huelgas entre las que se destacan las de ferroviarios y fábricas de tejidos. En 1923, se realizaron ocho. El ciclo que se inicia en 1924 se prolonga hasta 1928 iniciándose con conflictos de transportadores. Fue en 1924 cuando estalló la primera huelga petrolera en la historia del país en la cual participaron 30.000 trabajadores que solicitaban el cumplimiento de lo pactado por la Tropical Oil Company que además era apoyada por el Estado nacional lo que llevó a los trabajadores a una agitación más radical.

María Cano 



Al iniciar el siglo XX, se destacó la líder María Cano, una de las primeras mujeres colombianas que se vinculó a la lucha sindical. Una figura importante de la década, agitadora social de los años 20, quien inició su vida pública movilizándose a favor de los trabajadores, a quienes motivaba a la lectura. En 1924 convocó a periódicos y librerías a donar materiales para organizar una biblioteca popular gratuita. Escribía en periódicos antioqueños sobre temas sociales y más adelante se convirtió en abanderada de la libertad y la justicia, luchando contra la explotación de los trabajadores asalariados. 

Fue relevante su acción a favor de la libertad y la igualdad, enfrentando el régimen conservador, luchando contra la ignorancia y la explotación de los trabajadores. Ella fue testigo de cómo entre 1925 y 1930, se dio una expansión económica y Colombia recibió inversión extranjera, previó el momento a la depresión de 1929. En forma paralela al apoyo económico, el país recibió varias misiones extranjeras que asesoraban al gobierno en lo económico como el caso de la misión Kemmerer, de cuyas recomendaciones surgió el Banco de la República. Fue un período en el cual se crearon diversas instituciones que pretendían ser apoyo para las acciones del Estado. Es así como entre 1925 y 1950 se dan las bases jurídicas y políticas para la intervención del Estado en la vida económica nacional.

La masacre de las bananeras 

El 12 de noviembre de 1928 estalló una gran huelga en la zona bananera de Santa Marta contra la United Fruit Company (fundada en 1899), pues esta ejercía un monopolio total: posesión de tierras con cultivo de banano, control del transporte marítimo del producto, compra de buena parte de acciones del Ferrocarril de Santa Marta, control del comercio local y hacia 1910 controlaba el 77% del mercado mundial del banano. Más de 25.000 trabajadores de las plantaciones se negaron a cortar los bananos y dado que no se llegó a un acuerdo, la huelga terminó con un baño de sangre.

La United Fruit Company era una empresa que declaraba no tener trabajadores. Utilizaba diferentes estrategias para burlar las obligaciones de los campesinos. Negociaba con terceros que subcontrataban a los hombres que limpiaban los terrenos, abrían canales de riego, sembraban banano, recogían la cosecha, empacaban la fruta cortada y la hacían subir a los vagones para transportarla hasta los vapores de su gran flota blanca, pero jamás habían figurado en las nóminas de la sociedad creada por Minot Cooper Keith, cabeza de la United Fruit Company (Melo, Jorge O: 1978).

Al no encontrar respuesta a sus solicitados los trabajadores iniciaron la huelga. El comunicado inicial de los huelguistas, decía en uno de sus apartes: Esta huelga es el fruto de dolor de miles de trabajadores explotados y humillados día y noche por la compañía y sus agentes; esta es la prueba que hacen los trabajadores de Colombia para saber si el gobierno nacional está con los hijos del país, o contra ella y en beneficio del capitalismo norteamericano y su sistema imperialista.

El gobierno de Abadía ordenó rápidamente el envío de todo un contingente de militares al mando del general Carlos Cortés Vargas para controlar la asonada. El gobierno creía que los movimientos sociales debían ser reprimidos por la fuerza. Desde el primer momento, se convirtieron en los “consentidos” de la United, ya que además de utilizar los soldados para el trabajo de las bananeras, protegían sus intereses y propiedades.

El 5 de diciembre, los trabajadores en huelga se reunieron en Ciénaga, mientras que el Consejo de Ministros de Bogotá, decretaba el estado de sitio para Santa Marta. Los campesinos recibieron la noticia de que se presentaría un representante del gobierno para negociar el pliego en horas de la tarde, pero este nunca llegó. 

Al anochecer, el general Cortés Vargas recibió orden del Ministro de Guerra Ignacio Rengifo, de despejar la vía haciendo uso de la fuerza en caso de que fuera necesario, declarando que era importante detener a las principales cabecillas e impedir cualquier clase de propaganda subversiva.

Comenzó el desplazamiento de las tropas hacia las 11 de la noche y hacia de la una de la mañana del 6 de diciembre, un capitán del ejército hizo la lectura del comunicado por medio del cual el general Cortés Vargas ordenaba disolver todo grupo mayor de tres personas, al mismo tiempo que autorizaba a los militares a disparar sobre la multitud. Dicha orden se hizo efectiva después de los tres cornetazos de advertencia, dejando un saldo de innumerables víctimas entre niños, mujeres, hombres y ancianos.

La masacre de la zona de las bananeras acaecida en el régimen conservador fue un hecho determinante para precipitar la caída de un gobierno desacreditado por la represión y las matanzas perpetradas por el ejército. Uno de los personajes que denunció lo sucedido fue Jorge Eliécer Gaitán y la indignación del país al conocer la verdad fue manifiesta expresándose en las jornadas de junio de 1929.

La malograda reforma agraria

 Sin entrar en asuntos polémicos que sus seguidores suelen pasar por alto, debe reconocerse que el gobierno de Lleras prestó atención a un viejo problema social, la reforma agraria. Le prestó atención, pero no le dio ninguna solución, como no se la han dado ninguno de los gobiernos colombianos. De manera que hoy en día, la cuestión agraria sigue sin resolver, lo que explica, en buena medida, algunos de los graves problemas que vive actualmente el país.

Los pocos y tímidos intentos por llevar a cabo una reforma agraria en Colombia han arrojado siempre resultados muy pobres, mucho más decepcionantes incluso que en otros países latinoamericanos. Los liberales de la segunda mitad del siglo XIX expropiaron inmensas extensiones de tierra a la Iglesia católica, pero éstas fueron a parar a manos de terratenientes poco eficientes. Setenta años después, bajo la presión del campesinado, Alfonso López Pumarejo intentó ponerles ciertos límites a los latifundios improductivos, pero los índices de redistribución fueron insignificantes. Durante la llamada “Violencia”, colonos y pequeños campesinos perdieron sus parcelas ante la presión de los más poderosos. Y llegamos a Carlos Lleras: es cierto que durante su gobierno fueron distribuidas miles de hectáreas a la población rural, pero, primero, casi todas constituían lejanos baldíos de baja calidad y, segundo, el Presidente renunció a su política agraria presionado por los terratenientes. Desde entonces, el tema fue archivado por la clase dirigente.

La cuestión agraria se relaciona con la migración campo-ciudad, que genera todo tipo de dificultades en urbes que no pueden recibir a tanta gente. También se relaciona con diferentes formas de delincuencia, de violencias y con los cultivos ilícitos, debido a que el campo ofrece pocas oportunidades para sus pobladores. Asimismo, tiene efectos nocivos en la producción, pues las tierras están dedicadas indebidamente a la ganadería, lo que disminuye la producción de alimentos. A todo ello se suma el drama de miles de campesinos, que en los últimos años han perdido más de cinco millones de hectáreas y han tenido que abandonar sus regiones. Según datos de instituciones académicas —no de los terroristas, ni de los enemigos de la patria—, el 0,4% de los propietarios acapara el 61% de las tierras, mientras que el porcentaje de tierras en manos de millones de campesinos es tres veces menor.

Este complejo asunto no se limita únicamente a la distribución de tierras; implica, también, si no se quiere repetir el fracaso del minifundio, vías, estudios de mercadeo, préstamos, asesoría técnica. Frente a semejante problema y a tamaño desafío, el Estado ha optado por la indiferencia, cuando no por el engaño (Carimaguas) y la ignominia (los desplazados convertidos en turistas).

Por: Ricardo Arias Trujillo, profesor del Departamento de Historia, Universidad de los Andes. Tomado de www.elespectador. co 9 de octubre de 2008

viernes, 11 de agosto de 2023

La crisis cafetera

 Dos eventos importantes a nivel mundial incidieron en el desarrollo económico de Colombia: la crisis de 1929 y la Segunda Guerra Mundial. El primero afectó significativamente a la incipiente industria que se abría paso en la economía por cuanto redujo significativamente las exportaciones del café.

Con la caída de los precios de las materias primas, el precio del café también cayó, pero no en la misma proporción que en productos como el banano, petróleo o el oro, lo cual le permitió proporcionar un alivio a la economía del país.

Para financiar la inversión en obras públicas, el Estado colombiano había recurrido al mercado de capitales extranjeros.

Esto sumado a la caída de la bolsa de valores complicaba la situación, pues cada día se hacía más impagable la deuda externa.

Ante esto, el Gobierno nacional decidió en 1932 dar la orden de pagar solo los intereses de la deuda. El no pago de la deuda posibilitó una recuperación de las importaciones.

La producción del café en Colombia, para 1933, se incremento a un 62%, pero esta producción no alcanzaba el precio deseado debido a la bonanza brasilera que proveía la demanda europea, así que, para regular los precios, Brasil optó por quemar los excesos o botarlos al mar. Para 1936 se acordó entre los gobiernos colombiano y brasilero que cada uno de los Estados intervendría en los precios mínimos del café.

En 1939, Brasil y Colombia firmaron un pacto en el cual se establecía la producción de cada uno de los países en el mercado exterior para no afectar el uno al otro, esto alivió la tensión pero no por mucho tiempo, pues la crisis más aguda se presentó en 1940 cuando los países europeos inmersos en los conflictos internos del continente, redujeron drásticamente la demanda de café. En esta época el café tuvo lo peores precios de la historia.

Los instrumentos de regulación cafetera 

Ante el problema de la competencia de cómo poner de acuerdo a más de 20 naciones en la producción, comercialización y precios de un producto se hicieron varios convenios internacionales, hasta que en 1958 se forma la Organización Internacional del café, OIC, que sería el espacio para la negociación entre los países productores y compradores de café. 

Los acuerdos básicamente giraron en torno a cuotas de producción y comercialización que permitían mantener un precio estable en los granos para evitar la superproducción y por ende los bajos precios. De igual forma, se establecieron grupos de acuerdo con la suavidad y calidad de los granos, lo que también facilitaba su organización.

A nivel nacional, los caficultores también se organizaron para hacerle frente a las crisis y aprovechar mejor las “bonanzas”. Primero organizaron la Sociedad de Agricultores de Colombia, SAC, y luego la Federación Nacional de Cafeteros; sus políticas fueron variadas y oscilaron desde la construcción y organización de almacenes para el almacenamiento y comercialización del café, como la exigencia al Estado de la fundación de Bancos como la Caja Agraria.

Pero la Federación fue mucho más allá. No sólo organizó la producción y comercialización del grano, también organizó un fondo, con el cual se crearon empresas importantes como la Flota Mercante Gran Colombiana, el Banco Cafetero y muchas más con cuyos ingresos se hacían menos duras las épocas de crisis.


 



 

  


jueves, 10 de agosto de 2023

Colombia, primera mitad del siglo XX

 

En la primera mitad del siglo XX, el territorio colombiano vive diferentes procesos económicos, políticos y sociales que se encuentran determinados por los acontecimientos que se desarrollan a nivel global, tales como la depresión económica de 1929 y la Segunda Guerra Mundial.

De acuerdo con este panorama, este capítulo estudia la agudización de la crisis cafetera con sus consecuencias económicas, las nuevas reformas políticas que se instauran dentro del periodo de la República Liberal, los fenómenos sociales que están dados a partir de la organización de la clase obrera y el fenómeno de la violencia que se genera con los cambios estructurales que vive el país durante este periodo de su historia.

Durante los últimos años del siglo XIX y la primera década del XX, comenzó a desarrollarse en el centro del país (Santanderes, Cundinamarca y sur del Tolima.) bajo la modalidad de la “hacienda”. La “hacienda”, descrita por el historiador Salomón Kalmanovitz, era una gran extensión de tierra (propiedad de un terrateniente) en la cual se desarrolló un sistema de trabajo en peores condiciones que en la tabacalera. A los arrendatarios o jornaleros se les prohibía desarrollar cualquier tipo de actividad (sembrar, tener ganado, gallinas) en sus parcelas, en especial el cultivo de café; este lugar se debía limitar tan sólo a la vivienda.

La mano de obra se basaba prácticamente en el trabajo familiar en donde el pago en metálico era escaso. Así mismo, “estas haciendas constituían verdaderos circuitos cerrados sobre sus arrendatarios, cuyo objeto era mantenerlos aislados de los mercados, muchas haciendas cafeteras tenían billetes propios de pequeño valor y monedas de níquel u hoja de lata con los cuales se hacían todas las transacciones internas (...) los trabajadores se veían obligados a comprar enseres en la tienda que el mismo hacendado establecía, constituyéndose esto en un nuevo factor de explotación”.

Así el terrateniente atesoraba cada vez más, mientras que para el campesino las condiciones eran más difíciles, frenando inclusive el mismo desarrollo capitalista interno al no existir una liberación de la mano de obra paga mediante un salario. Las condiciones de explotación de los arrendatarios llegó a puntos tan extremos que estos no tuvieron más opción que las vías de hecho de exigir derechos y evitar tanto abuso; es así como generaron organizaciones de rechazo al sistema de obligaciones y multas, exigieron la terminación de las tiendas raya (donde se les obligaba a comprar), el pago de salarios (no se nos olvide que el sistema de haciendas era casi semifeudal) e inclusive comenzaron a exigir indemnizaciones en caso de desalojo.

Para Kalmanovitz los resultados de la producción cafetera pronto comenzarían a verse: primero Conceptualización La hacienda cafetera el café fue sacado por el río Magdalena, y luego “permitió el avance del ferrocarril de Antioquia hacia Puerto Berrío, tramo terminado en 1914 después de muchas dificultades (...) La producción de Caldas fue empalmada con la de Mariquita, cerca del río Magdalena, mediante un cable aéreo de 72 kilómetros de extensión tendido entre Manizales y este municipio”. Resurgió el puerto de Barranquilla, que sería el más importante del país, y luego el de Buenaventura, tan fundamental en la nueva dinámica mundial.