Platón (428/427 - 348/347
a.C.) fue un prominente filósofo griego, conocido por sus Diálogos y por fundar
su Academia en Atenas, tradicionalmente considerada la primera universidad del
mundo occidental. Platón fue discípulo de Sócrates e incluyó a este como
personaje en casi todos sus diálogos, que conforman la base de la filosofía
occidental.
De nombre propio Aristocles,
fue hijo de Aristón, del demo de Colito, y tuvo dos hermanos, Adimanto y
Glaucón, ambos importantes personajes de la República, y una hermana, Potone.
Se lo conoce con el sobrenombre “Platón”, el cual, según Diógenes Laercio
(aprox. 180-240 d.C.), le dio su entrenador de lucha por sus amplios hombros
(en griego, “Platón” significa “ancho”). Pertenecía a una familia aristocrática
y con buenas conexiones políticas, por lo que es probable que se haya esperado
que se dedicara a la política. Sin embargo, sus intereses se inclinaban más por
las artes, y en su juventud escribió obras y posiblemente poesía.
Luego de abandonar sus
aspiraciones literarias y comenzar a seguir a Sócrates, incluso durante su
juicio y ejecución, Platón escribió las obras filosóficas fundacionales del
mundo antiguo, que terminarían influyendo en la cultura mundial. Las tres
grandes religiones monoteístas del mundo le deben mucho al pensamiento
platónico, sea de manera directa o a través de las obras de su discípulo y
amigo Aristóteles (384-322 a.C.), cuyas enseñanzas fueron fieles a la visión de
Platón respecto de la importancia de cultivar el alma y mantener un estilo de
vida virtuoso, aunque se haya diferenciado en algunos puntos específicos de la
filosofía de Platón.
Sócrates
y Platón
Cuando tenía alrededor de 20
años, Platón oyó a Sócrates mientras este enseñaba en el mercado y abandonó sus
planes de llevar a cabo una carrera literaria como dramaturgo, tras lo cual
quemó sus primeras obras y se dedicó a la filosofía.
Es posible que Platón haya
conocido a Sócrates, al menos de nombre, desde su juventud. El político
ateniense Critias (aprox. 460-403 a.C.) era el primo de la madre de Platón y
estudió con Sócrates de joven. Por eso se presume que Sócrates era un visitante
usual en la casa de la familia de Platón. Independientemente de esto, no se
sugiere nada en los escritos de la antigüedad que indique la existencia de la
influencia de Sócrates sobre Platón hasta que este tenía alrededor de 20 años.
Según Diógenes Laercio, Platón
iba a competir por el premio en escritura de tragedias en el teatro de Baco
cuando “oyó el discurso de Sócrates y quemó sus poemas, diciendo: ‘Volcano, ven
aquí, pues Platón requiere tu ayuda’, y desde entonces, según dicen, teniendo
ya veinte años, se convirtió en discípulo de Sócrates”. No se sabe mucho con
certeza acerca de las actividades de Platón durante los ocho años posteriores,
excepto que estudió con Sócrates hasta el juicio y la ejecución de este, acusado
de impiedad, en el 399 a.C.
La ejecución de Sócrates tuvo
un fuerte impacto en Platón, por entonces de 28 años, que abandonó Atenas y
viajó por Egipto e Italia, entre otros lugares, hasta regresar a su patria para
escribir los diálogos y fundar la Academia. Sus diálogos casi siempre tienen a
Sócrates como protagonista, pero aún se discute la veracidad de su
representación de las acciones e ideas de Sócrates.
Fedón, contemporáneo de Platón
y también discípulo de Sócrates, conocido principalmente por el diálogo
platónico que lleva su nombre, acusaba a Platón de expresar sus ideas
atribuyéndoselas a Sócrates y de inventar situaciones dramáticas en sus
diálogos. Otros filósofos y escritores de la época han cuestionado la fidelidad
de la representación que Platón hace de Sócrates, pero parecen coincidir en que
Platón era un hombre de gran seriedad con ideas muy sofisticadas y difíciles de
comprender.
Críticos
de Platón
A pesar de que fue respetado
como un filósofo de gran talento durante su vida (fue secuestrado y rescatado
por un alto precio al menos en dos ocasiones), de ninguna manera la admiración
por él era unánime. El valor de la filosofía de Platón fue cuestionado con
mayor ferocidad por el filósofo cínico Diógenes de Sinope, quien consideraba
que Platón era arrogante, elitista y un farsante.
Cuando Platón definió al ser
humano como un animal bípedo sin plumas, se dice que Diógenes desplumó una
gallina y la exhibió en el aula de Platón, gritando: “Aquí está el hombre de
Platón”. Se dice que Platón respondió que su definición debería ser revisada,
pero es probable que admitir su error ante una crítica se haya tratado más de
una excepción que de la regla. Más allá de las críticas, sin embargo, Platón
tuvo un enorme impacto en sus contemporáneos y aquellos que lo siguieron.
Diálogos
de Platón
Los diálogos Eutifrón,
Apología, Critón y Fedón suelen recogerse bajo el título Los últimos días de
Sócrates , un drama de cuatro actos que muestra a Sócrates antes, durante y
después del juicio ante el tribunal ateniense. I.F. Stone elogia la Apología
describiéndola como “una obra maestra de la literatura mundial, modelo de
alegato judicial y la más grandiosa obra griega en prosa que nos ha llegado.
Alcanza un clímax que nunca deja de conmovernos”, y ciertamente Stone no es el
único que opina de esta manera.
La Apología es considerada
universalmente el comienzo de la filosofía occidental. Eutifrón, aunque se lo
suele pasar por alto, prepara lo que ocurrirá en la Apología al mismo tiempo
que aporta una mirada acerca de los valores que es posible que haya tenido
Sócrates y la manera en la que los impartía. Quizás la intención de Platón fue
demostrar por qué Sócrates fue enjuiciado en primer lugar, ya que el joven
fundamentalista Eutifrón difícilmente causaba problemas con sus creencias y,
sin dudas, el proceso que deseaba iniciar contra su propio padre habría sido
rechazado. Eutifrón creía con fervor en los dioses griegos, y Sócrates le demostró
rotundamente que sus creencias eran incoherentes e incompletas, por lo que este
diálogo posiblemente demuestre las motivaciones detrás de las acusaciones de
“corromper a los jóvenes” que pesaban sobre él.
En la Apología, Platón
transcribe el discurso fundacional de Sócrates (verídico o inventado por aquel)
mediante el cual resalta la importancia del derecho del filósofo (o de
cualquier persona) de defender sus convicciones personales frente a la opinión
de la sociedad. Al defenderse de las acusaciones injustas de sus denunciantes,
Sócrates dice:
Atenienses, los respeto y los
amo, pero obedeceré al dios antes que a ustedes, y mientras siga en vida y con
fuerzas, jamás cesaré de practicar y enseñar la filosofía, aconsejando a quien
sea que encuentre y diciéndole: Amigo mío, ¿por qué, siendo ciudadano de la
grandiosa, poderosa y sabia ciudad de Atenas, estás tan obsesionado con
aumentar tu fortuna, tus honores y tu reputación, y tan poco te importan la
sabiduría, la verdad y la grandeza de espíritu? ¿No te avergüenza? Y si este me
responde y dice que sí le importan, no lo dejaré, sino que lo interrogaré y lo
examinaré una y otra vez, y si pienso que carece de virtud mientras dice
poseerla, lo reprocharé por despreciar las cosas más valiosas y tener en mayor
estima aquellas que valen menos. Y esto se lo diré a todo aquel que encuentre,
joven y viejo, ciudadano o extranjero, pero principalmente a los ciudadanos,
pues compartimos la sangre. Quiero que sepan que esta es la orden del dios; y
creo que jamás le ha ocurrido a esta ciudad algo mejor que mi servicio al dios.
No hago más que persuadirlos, a jóvenes y ancianos por igual, de que antes que
su cuerpo y sus posesiones cuiden primero y ante todo la grandeza del espíritu.
Les digo que no viene del dinero la virtud, sino de la virtud el dinero, y
todos los demás bienes del hombre, públicos y privados. Esta es mi enseñanza, y
si ella corrompe a los jóvenes, mi influencia es en efecto ruinosa. Pero si
alguien dice que no es esto lo que enseño, no está diciendo la verdad. Por eso,
atenienses, les digo: hagan lo que exige Ánito o no hagan lo que dice Ánito,
absuélvanme o no; pero sepan que, sea lo que sea que hagan, jamás actuaré de
otra manera, aunque debiera morir muchas veces más. (29d-30c)
Este discurso ha inspirado a
activistas, revolucionarios y muchos otros durante los últimos dos mil años,
pero no tendría ningún valor si Sócrates no hubiera decidido arriesgar su vida
por sus convicciones. Critón también muestra a Sócrates de esta manera, puesto
que trata de las leyes y de cómo un ciudadano debe obedecerlas aun cuando esté
en desacuerdo con ellas.
Critón, amigo de Sócrates, le
sugiere que escape y le ofrece los medios para hacerlo, pero Sócrates rechaza
la propuesta, argumentando que el trabajo de su vida no valdría de nada si él
intentara evadir las consecuencias de sus palabras y acciones. Este diálogo,
que se desarrolla en la celda de la prisión en la que Sócrates espera la
ejecución, anticipa el acto final del drama, el Fedón de Platón, en el que
Sócrates intenta demostrar la inmortalidad del alma.
Platón deja en claro en el
diálogo que él mismo no estaba presente ese día y hace que el personaje
principal, Fedón, relate los eventos de las últimas horas de la vida de
Sócrates, dedicadas completamente al debate filosófico con sus discípulos. En
el diálogo, el personaje de Sócrates dice en un momento:
“Regresaré a aquello de lo
cual hemos conversado tantas veces, y comenzaré asumiendo que existe lo bello
en sí, lo bueno en sí y lo grande en sí, y así todas las cosas. Si me concedes
esto y admites que existen, espero poder enseñarte mi causa y descubrir que el
alma es inmortal”. (100b).
Si el lector le concede esto a
Sócrates, entonces, efectivamente, se prueba que el alma es inmortal. En
cambio, si no se hace esta concesión, no queda probado. Ciertamente, asumir que
existen “una grandeza y un bien absolutos” puede resultar pretencioso, y los
diálogos de Platón, independientemente de su temática, a menudo dan la
impresión de tratarse de intentos de probar la verdad de lo que Sócrates le
pide a la gente que le conceda.
La
búsqueda de la verdad
Los diálogos de Platón en su
totalidad versan sobre la búsqueda de la verdad y el descubrimiento del bien.
Platón argumentaba que existe una verdad universal que los seres humanos deben
reconocer y perseguir. Esta verdad, según él, se encontraba en el mundo de las
ideas. La teoría de las ideas de Platón dice, en pocas palabras, que existe un
plano de la verdad más alto, y que el mundo que percibimos con los sentidos es
un mero reflejo de este.
Cuando uno ve un caballo y lo
considera hermoso, uno reacciona de acuerdo con la correspondencia entre ese
caballo específico del plano material y la “idea de la belleza” del reino de
las ideas. Para reconocer la idea de la belleza, primero hay que darse cuenta
de que el mundo que percibimos es solo una ilusión o un reflejo, y que lo que
consideramos “bello” en este mundo no es bello en sí, sino que es bello en
tanto y en cuanto participa de la “idea de la belleza” (un concepto examinado
luego en la famosa “alegoría de la caverna” en el libro VII de la República).
Este concepto central del pensamiento platónico es una refutación de la
afirmación del sofista Protágoras, que decía que “de todas las cosas, el hombre
es la medida”, es decir, que la realidad está sujeta a la interpretación
individual. Platón rechazaba tajantemente esta afirmación, y pasó toda su vida
intentando refutarla en su obra.
El viejo dicho de que “la
belleza depende de quien la mira” habría sido completamente inaceptable para
Platón. Si una persona dice que un caballo es bello y otra persona dice que no
lo es, entonces uno de ellos debe estar en lo cierto y el otro debe estar
errado, puesto que no podrían estar ambos en lo correcto. Según Platón, el que
está en lo correcto es aquel que entiende y reconoce la idea de la belleza
expresada en ese caballo en particular. Al afirmar esto, Platón antagoniza con
Protágoras, que decía que “el hombre es la medida de todas las cosas”, y parece
ser que esa era su intención. Platón dedicó la mayor parte de su vida a
intentar probar la existencia del mundo de las ideas y refutar el relativismo
de Protágoras, incluso en el último diálogo que escribió, las Leyes.
En toda la obra de Platón, el
punto que se repite constantemente es que existe una verdad que el hombre debe
reconocer y alcanzar, y que uno no puede simplemente creer en lo que uno quiera
(de nuevo, un ataque directo a Protágoras). A pesar de que nunca demostró
categóricamente la existencia de las ideas, su ejemplo inspiró a muchos
filósofos y escritores posteriores, de los cuales es célebre Plotino,
reconocido como el fundador de la escuela neoplatónica y pensador muy
influyente en los inicios del cristianismo.
La
influencia de Platón
Fue el primer autor que
escribió tratados en forma de diálogos, como nos cuenta Favorino en el octavo
libro de su Historia Universal. También fue la primera persona que introdujo el
método analítico de la investigación, que enseñó a Leodamas de Tasos. También
fue el primer filósofo que habló de las antípodas, los elementos, la
dialéctica, las acciones (poiêmata), los números oblongos, los planos y la
providencia de Dios. Fue asimismo el primer filósofo que contradijo la
afirmación de Lisias, hijo de Céfalo, lo cual relató palabra por palabra en su
diálogo Fedro. Y fue la primera persona que examinó el conocimiento gramatical
de manera científica. Debido a que polemizó con casi todos los que habían
vivido antes de su tiempo, existe el interrogante de por qué jamás mencionó a
Demócrito. (Vidas, XIX)
En este pasaje, Diógenes
Laercio básicamente asegura que Platón contradijo o profundizó todas las
teorías aceptadas que hubo antes de él. El reconocimiento de su influencia en
el mundo hasta el presente se resume en la afirmación del filósofo del siglo XX
Alfred North Whitehead: “La descripción general más segura de la tradición
filosófica europea es que esta se reduce a una serie de notas al pie de página
de las obras de Platón”.
Esta influencia posiblemente
sea más evidente en su diálogo más famoso, la República. El profesor Forrest E.
Baird dice: “Hay pocos libros que hayan tenido tanto impacto en la civilización
occidental como la República de Platón; además de la Biblia, quizás ninguno”
(Ancient Philosophy, 68). Algunos pensadores, como Karl Popper, han acusado a
esta obra de ser un tratado en favor del fascismo, mientras que otros la han
elogiado afirmando que se trata de una obra elocuente y enriquecedora, como
Bloom y Cornford. El diálogo comienza con una reflexión sobre qué significa la
justicia y prosigue hasta desarrollar la idea del Estado ideal y perfecto. A lo
largo de la obra, las ideas de Platón acerca de la verdad, la belleza, el bien
y la justicia son discutidas y desarrolladas por Sócrates y sus interlocutores.
Mientras que tradicionalmente
se ha entendido a esta obra como un intento de Platón por definir su modelo de
sociedad perfectamente justa y eficiente, a menudo se pasa por alto un detalle,
que es que el personaje de Sócrates expresa claramente en el libro II, 369 que
el objetivo de la creación de esta “ciudad” es entender mejor la función del
“alma” perfecta. Es decir, no discuten acerca de una entidad política y social
de realidad efectiva, sino que lo hacen como metáfora para que el lector
reconozca las fortalezas y debilidades de sí mismo.
El joven poeta y dramaturgo
Aristocles siempre estuvo presente en la elaboración de las obras de la etapa
adulta de Platón como filósofo, por lo que, en todos los diálogos, es necesario
que el lector tenga el mismo detenimiento que tendría si estuviera leyendo un
poema. A diferencia de su famoso discípulo Aristóteles, Platón nunca expresaba
con claridad el significado de un diálogo al lector, por lo que este debe
confrontar las verdades que el diálogo presenta de manera individual. Esta
combinación de talento artístico con abstracción filosófica es lo que ha
asegurado que perdure el valor de Platón como filósofo y artista.
El
legado de Platón y Aristóteles
A pesar de que Aristóteles no
estaba de acuerdo con la teoría de las ideas de Platón, así como con muchos
otros aspectos de su filosofía, el impacto de su maestro en él fue profundo, principalmente
en cuanto al énfasis que ponía sobre cómo vivir una vida correcta y cuál es el
camino adecuado en la vida, lo cual se percibe con mayor claridad en la obra de
Aristóteles Ética a Nicómaco. Más tarde, Aristóteles instruiría a Alejandro
Magno, lo cual contribuiría a que se difundiera la filosofía iniciada por
Platón por todo el mundo conocido.
Platón murió a los 80 años en
el 348/7 a.C., y el liderazgo de la Academia quedó en manos de su sobrino
Espeusipo. Según la tradición, la Academia perduró alrededor de 1000 años como
un faro del conocimiento superior hasta que fue clausurada por el emperador
cristiano Justiniano en el 529 d.C. en un intento de suprimir la herejía del
pensamiento pagano. Sin embargo, las fuentes antiguas narran que la Academia
fue profundamente dañada en la primera guerra mitridática en el 88 a.C. y casi
completamente destruida durante el saqueo de Atenas por parte del dictador
romano Sila en el 86 a.C. Aun así, parece que alguna versión de la Academia
sobrevivió hasta ser cerrada por los fanáticos adherentes de la nueva religión
cristiana.
La Academia de Platón era un
jardín arbolado cerca de su casa, no una “universidad” como uno la imaginaría
en el presente, por lo que sufrió diversos cambios tanto antes como después de
que se estableciera la escuela de Platón allí, y es probable que haya sido un
centro de aprendizaje por varios siglos.
El escritor romano Cicerón
afirma que Platón ni siquiera fue el primero en enseñar en los jardines de la
Academia, sino que Demócrito (aprox. 460 a.C.) fue su fundador original y
dirigió una escuela filosófica en sus inmediaciones. También se sabe que
Simplicio fue el director de una escuela en los jardines, conocida aún en ese
entonces como la Academia, en el 560 d.C. Aun así, en la actualidad el sitio es
conocido y honrado como la Academia de Platón, lo cual refleja la importancia e
influencia de este filósofo y el respeto por su legado.