domingo, 27 de marzo de 2022

ÍCARO

 

El mito de Ícaro no comienza con la construcción por parte de su padre, Dédalo, de las alas para escapar de Creta. Tampoco con la construcción del laberinto del Minotauro. No. El origen de este mito hay que buscarlo antes, en el momento en el que el rey Minos promete a Poseidón sacrificar el primer ser que surja del mar.

Poseidón hizo salir del agua un hermoso ejemplar de toro blanco. Minos, lejos de cumplir su palabra, se apiadó del precioso animal y lo incorporó a su rebaño como uno más de sus animales.

Cómo todos sabemos, si hay algo que molestaba a los dioses griegos era la falta de respeto a su persona. Eran dioses bastante engreídos y este tipo de actos eran vistos como una total afrenta. Así pues, Poseidón se enfadó muchísimo, y quiso por tanto castigar a Minos. Hizo que su esposa, Pasífae, se enamorara perdidamente de este toro blanco.

Así sucedió. La reina quedó completamente embaucada por las formas y color de este gran animal. Tanto fue su amor, que Dédalo se vio obligado a construir una vaca de madera para meterse dentro, así podría estar con su objeto de deseo. El toro, nada más ver la vaca de madera, decidió montarla, algo que daría como resultado un embarazo y un horrible hijo, el Minotauro.

Fue en este momento cuando Minos pidió a Dédalo construir un laberinto para encerrar al Minotauro. Un laberinto realmente complejo que nadie jamás sería capaz de descifrar. Nadie excepto Teseo, que aleccionado por Ariadna, que a su vez había conseguido la información del mismo Dédalo, consiguió penetrar en este laberinto y dar muerte al famoso Minotauro.

Minos se enfadó considerablemente, y decide encerrar tanto a Dédalo como a su hijo en el laberinto, con el fin de que jamás pudieran salir de esa trampa.

Dédalo era un hombre de recursos, así pues, fabricó para él y su hijo unas alas para poder escapar volando. Las fijó con cera en los hombros de Ícaro y en los suyos, y acto seguido emprendieron el vuelo.

El padre aconsejó a su hijo que no volcara demasiado alto. No obstante, Ícaro era joven, imprudente y orgulloso. Decidió no hacer caso a las indicaciones de su padre y comenzó a elevarse más de lo recomendable. Tanta altura tomó que el sol comenzó a impactar directamente sobre la cera, derritiéndola y haciendo que Ícaro, desprovisto de sus alas, se precipitara hacia el vacío.

Otra versión indica que no eran alas, eran barcos de vela. Según esta versión, Dédalo habría inventado así la primera vela conocida por los hombres, construyendo un barco para él y otro para su hijo. No obstante, su hijo fue incapaz de controlar este vehículo y pereció en alta mar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

EN LA ACTUALIDAD DE ESTOS TIEMPOS MODERNOS SE ELEVA UN NUEVO ICARO POR LOS CIELOS DEL MUNDO CADA MINUTO¡¡¡