Después de la unificación de
Alemania y de la consecuente conformación como potencia, la nueva
Alemania ya era capaz de
competir militarmente con Francia e industrialmente con Gran Bretaña. La rivalidad
con la primera produjo la guerra franco-prusiana de 1870-71, en la que Francia
fue derrotada, perdiendo las provincias de Alsacia y Lorena, que pasaron a
manos de los alemanes. Finalmente, ambos países decidieron apartarse de la
guerra y centrarse en la expansión colonial. Y aunque durante mucho tiempo
Bismarck no se mostró muy interesado en los asuntos coloniales, entre 1883 y
1885 cambió de actitud, declarando el protectorado alemán en cuatro regiones
africanas: Togo, Camerún, África oriental y África del suroeste. El repentino
interés de Alemania por las colonias se debió principalmente a la intención de
poder dominar la política internacional de las potencias europeas. Así, fue
Bismarck quien terminó dominando la primera parte de la carrera colonial, que
finalizó con la conferencia de Berlín en 1884-85: la conferencia preparó el
camino a los recién llegados a la escena africana, exigiendo que las reclamaciones
de colonias o protectorados en cualquier punto de la costa debían ser
notificados formalmente a las demás potencias participantes en la conferencia,
e insistiendo en que tales reclamaciones debían apoyarse en un grado de autoridad
suficiente sobre las zonas en cuestión. Esto puso fin a la idea británica de
conformar un imperio formal. La conferencia también decretó que instauraría la
libertad de navegación en el Congo y en el Níger, lo que en teoría frustraba
los intentos británicos de cerrar el Níger a los franceses y el Congo al rey
belga Leopoldo.
Así, los años 1883-1885
vieron a una Gran Bretaña controlada, sorprendida o dejada atrás sucesivamente
en una u otra parte de África. La anterior y extensa esfera de influencia británica
en la Baja Guinea se vio alterada por el protectorado francés en Dahomey (hoy
Benin) y por los protectorados alemanes del Togo y Camerún. La costa del Congo
y del Gabón, donde el comercio británico había florecido durante tanto tiempo,
fue dividida entre Francia y el rey Leopoldo. La unidad de regiones costeras
del África meridional, que habían sido dominadas por Gran Bretaña durante tanto
tiempo, se vio rota por un protectorado alemán sobre el sureste. El reino
Merina de Madagascar había firmado un tratado con Francia, pese al hecho de que
la influencia de los misioneros británicos habían representado un fenómeno muy
importante en la isla desde los años treinta. Y la antigua zona de imperio
informal ejercido a través del sultán de Zanzíbar en África oriental se vio
sacudida por las anexiones alemanas en el interior de Dar es Salan. Las únicas
bases que le quedaban a Gran Bretaña para tratar de rehacerse desde el punto de
vista imperial eran Egipto, las dispersas posesiones en el África occidental, y
las colonias autónomas del Cabo y de Natal en el sur.
El reparto de África sobre
el terreno
Es importante recordar que
las particiones que se habían realizado antes de 1891 se encontraban solamente
consignadas en un documento y aunque en la conferencia de Berlín se insistió
sobre el punto de que las reclamaciones territoriales sobre las costas de
África debían realizarse mediante una ocupación efectiva sobre el territorio,
la mayor parte de las reclamaciones por parte de las potencias se hacían por
medio de unos cuantos trozos obtenidos por los cónsules y por los cazadores de
concesiones.
A diferencia de los primeros
intentos de ocupación de los europeos en África, este último periodo de repartición
estuvo enmarcado dentro de un escenario bastante sangriento debido, en gran
parte, al constante choque de expediciones europeas y a la resistencia por
parte de algunos estados africanos, que aunque casi siempre superaban en número
a los ejércitos europeos no contaban con las mismas armas avanzadas que sus
rivales. En un primer momento se produjeron pequeños incidentes en África
occidental en El Congo. Más adelante se dieron las «pacificaciones» francesas
en Madagascar y Marruecos, la guerra entre Etiopía e Italia, y la reconquista
del Sudán.
En 1893 Francia creó
oficialmente las colonias de la Costa de Marfil y de la Guinea francesa. Ese
mismo año las tropas francesas penetraron en Dahomey (hoy Benin) y derrotaron a
su rey. Dahomey se convirtió en colonia de Francia en 1900. Sin embargo, la
mayor expansión francesa en África occidental se llevó a cabo en la cuenca del
río Senegal; desde 1879 los franceses ya habían tenido varios enfrentamientos
con el imperio de Ahmadu Sefu —el cual controlaba esta región— que finalmente
fue derrotado y Francia penetró en la cuenca del alto Níger, capturando Bamako
en 1883. Pero un manding musulmán llamado Samuri, de las regiones fronterizas
del interior entre la Guinea francesa y la Costa de Marfil, opuso fuerte resistencia
y finalmente fue derrotado en 1898, aunque sus tierras habían sido ocupadas
desde 1891.
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