miércoles, 30 de mayo de 2012

EL IMPERIO CAROLINGIO




Europa en el siglo VIII
Mientras en el oriente el pueblo árabe amenazaba al Imperio Bizantino con su expansión, en Francia se constituía el Imperio de Carlomagno, del cual surgieron más tarde los primeros estados europeos.
Los principales reinos bárbaros habían desaparecido en Europa occidental ante la conquista de los bizantinos, y solamente se había consolidado un pueblo germano, el de los francos, bajo la dinastía de los reyes Merovingios.
Pero estos reyes perdieron poder y dejaron sus tierras en manos de los mayordomos o representantes, quienes más tarde se convirtieron en los reyes del país.
Uno de ellos fue Pipino de Heristal, quien logró dominar las discordias internas del pueblo franco y gobernó con mucha energía.
Al morir Pipino de Heristal, le sucedió Carlos Martel, gran jefe guerrero, quien en el año 732 derrotó a los musulmanes en Poitiers, salvando a Europa de una completa invasión árabe.
Carlos Martel murió cuando se disponía a cruzar los Alpes para defender al Papa León III contra los lombardos, quienes le habían arrebatado su territorio.
El hijo de Carlos Martel, Pipino el Breve, quien le sucedió, derrotó posteriormente a los lombardos, y el Papa, en recompensa, lo nombró como el rey de los francos, en el año 751, iniciándose así la dinastía carolingia.

Carlomagno y la restauración del Imperio
Pipino el Breve, siguiendo la tradición del pueblo franco, dividió su reino entre sus hijos Carlos y Carlomán, pero la temprana muerte de Carlomán permitió que Carlos, quien luego sería llamado Carlomagno, heredara la totalidad del reino.
Carlomagno reinó 46 años, del 768 al 814. Al asumir el trono tenía 26 años. Fue coronado como emperador por el Papa León III en el año 800, y durante su gobierno extendió el poder franco por todo occidente.
Posteriormente, organizó la lucha contra los musulmanes en España y les arrebató un amplio sector de los Pirineos.

La decadencia carolingia
Al morir Carlomagno, en el año 814, dejó el Imperio a su hijo Luis el Piadoso, conocido también con el nombre de Ludovico Pío. Aunque éste fue una persona recta, no fue un gobernante enérgico ni lo suficientemente hábil para poder conservar unido el Imperio. Sus propios hijos le hicieron la guerra para destronarlo y repartirse el imperio.
Después de la muerte del emperador Ludovico Pío, sus hijos continuaron las luchas por la distribución del Imperio y por el título de emperador. Lotario, que era el hijo mayor, pretendía imponerse y dominar sobre sus otros hermanos, pero éstos, Carlos el Calvo y Luis el Germánico, se unieron y lo vencieron en la batalla de Fontanet, en el año 841.

Para evitar enfrentamientos entre sí, los dos hermanos aliados, Carlos y Luis, se prometieron fidelidad en un histórico juramento llamado "de Estrasburgo", en el año 842. Este juramento fue leído y escrito en dos idiomas que acababan de surgir, el alemán y el francés, pues las tropas de Luis el Germánico solamente hablaban alemán y las de Carlos el Calvo, que reinaba en Francia, únicamente hablaban francés.

El tratado de Verdón
Poco después, en el año 843, cuando Lotario vio perdida toda esperanza de apoderarse del Imperio Carolingio, decidió pactar la paz con sus hermanos y se firmó el tratado de Verdún, que dividió definitivamente el Imperio. A Carlos el Calvo le correspondió Francia, con los ríos Escalda, Mosa y Ródano como límites naturales. A Luis el Germánico le correspondió el sector al este del río Rhin, Alemania y toda la región hasta encontrarse con los bárbaros eslavos del oriente de Europa. Y para Lotario se creó el reino de Lotaringia, el cual conformó una larga zona comprendida entre los ríos Ródano, Rhin y Mosa, y que llegaba desde Italia hasta el mar del Norte. Actualmente aún se conserva una parte de este territorio con el nombre de Lorena, el cual recuerda la antigua Lotaringia.

El tratado entre los hermanos tuvo consecuencias importantes para la historia, porque a partir de él surgieron las diferencias nacionales entre Francia y Alemania.
La administración carolingia Carlomagno no solamente se preocupó por la expansión del territorio sino que también se propuso dar una buena organización al Imperio.

De su administración se han conservado aproximadamente 50 "capitulares", que son las disposiciones legislativas de la época. En ellas se daban consejos a los funcionarios del Imperio, sobre la manera de administrar de una forma eficaz su territorio respectivo. Este territorio podía ser un condado o un ducado, y estaba dirigido por un caballero que recibía el nombre de conde o duque, según el caso. Este organizaba los impuestos el reclutamiento de soldados, y administraba justicia.
En los sectores fronterizos estableció las marcas, que eran una especie de gobiernos militares a cuya cabeza se encontraba un jefe con el nombre de marqués.
Cada condado y cada marca eran supervisados por los enviados del emperador, llamados missi domini o enviados del señor, quienes inspeccionaban las provincias y vigilaban de cerca a los oficiales.
Con cierta frecuencia se celebraban grandes reuniones a las que acudían los habitantes de la región y formulaban sus quejas por la mala administración o la falta de justicia. Estas asambleas, que se realizaban dos veces al año ante los funcionarios enviados por el emperador, y en las cuales se aprobaban las leyes o "capitulares", recibían el nombre de "Campos de Mayo".

Economía
La población del Imperio Carolingio fue escasa y la mayor parte de las personas se dedicaban a la agricultura. Los centros de población o ciudades eran los lugares en donde había una parroquia o un monasterio.
Las técnicas agrícolas de entonces eran muy rudimentarias, lo que hacía que el rendimiento de la tierra resultara muy bajo.
Las bestias de labor, como caballos y muías, escaseaban y las herramientas empleadas eran poco prácticas. Además, como el comercio estaba poco desarrollado, los campesinos solamente sembraban para su consumo.
Los cultivos más corrientes fueron habas, arvejas, lentejas y nabos, y los que se cultivaron con más aprecio fueron el trigo y la cebada. Como existían grandes extensiones de tierra sin cultivar, también se desarrolló la actividad ganadera pero en baja escala.

La educación
Zjrante el Imperio Carolingio se protegió y se organizó la educación.
E emperador Carlomagno llamó a su corte a los sacerdotes más sabios de toda la cristiandad y fundó con ellos la Academia Palatina o escuela del palacio, a la que asistían los hijos de los servidores del Estado, los nobles y los plebeyos, sin hacer ninguna discriminación de clase.
Carlomagno se preocupó por buscar para la academia los hombres más cultos de la época, entre quienes cabe destacar a Alcuino de York, la persona más importante del Renacimiento carolingio, que es el nombre como se conoce esta época de interés por la cultura. Otro personaje importante fue Juan Erígena, gran conocedor de los pensadores griegos.
Al mismo tiempo, en todo el Imperio se crearon escuelas parroquiales, en las iglesias, y escuelas monacales, en los conventos.

Las escuelas parroquiales enseñaban doctrina cristiana, lectura, escritura, cálculo y gramática. Las escuelas monacales, se dedicaron a preparar a los sacerdotes y monjes quienes, antes de Carlomagno, carecían de una formación adecuada.
Siguiendo este ejemplo, también los aristócratas buscaron instruirse y transmitir la cultura adquirida a sus hijos. Para esto, muchos encargaron tratados de cultura y comportamiento. Entre estos últimos sobresalieron Los Espejos, puesto que leyéndolos se podía corregir la conducta moral.
El mismo emperador aprendió a leer y a escribir siendo ya adulto, y más tarde llegó a hablar latín y a conocer el griego.

Actividades artísticas

Carlomagno no sólo renovó la vida intelectual de su Imperio; también se preocupó por las artes, al mandar construir numerosas iglesias y estimular el gusto por la cultura clásica.
En las construcciones se imitó el estilo romano y bizantino, como en la capilla del palacio real en Aquisgrán, y la iglesia de la Cérea de Orleans.
En esta época también se desarrolló el arte de las miniaturas, en especial las obras realizadas por los monjes benedictinos quienes copiaban a mano los textos de las grandes obras religiosas y de la antigüedad. Entre ellas sobresale la Biblia de San Pablo, Extramuros; la Biblia de Carlos el Calvo; el Sacramentario de Drogon; el Salterio de Utrecht...

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