Europa en el siglo VIII
Mientras
en el oriente el pueblo árabe amenazaba al Imperio Bizantino con su expansión,
en Francia se constituía el Imperio de Carlomagno, del cual surgieron más tarde
los primeros estados europeos.
Los
principales reinos bárbaros habían desaparecido en Europa occidental ante la
conquista de los bizantinos, y solamente se había consolidado un pueblo
germano, el de los francos, bajo la dinastía de los reyes Merovingios.
Pero
estos reyes perdieron poder y dejaron sus tierras en manos de los mayordomos o
representantes, quienes más tarde se convirtieron en los reyes del país.
Uno
de ellos fue Pipino de Heristal, quien logró dominar las discordias internas
del pueblo franco y gobernó con mucha energía.
Al
morir Pipino de Heristal, le sucedió Carlos Martel, gran jefe guerrero, quien
en el año 732 derrotó a los musulmanes en Poitiers, salvando a Europa de una
completa invasión árabe.
Carlos
Martel murió cuando se disponía a cruzar los Alpes para defender al Papa León
III contra los lombardos, quienes le habían arrebatado su territorio.
El
hijo de Carlos Martel, Pipino el Breve, quien le sucedió, derrotó
posteriormente a los lombardos, y el Papa, en recompensa, lo nombró como el rey
de los francos, en el año 751, iniciándose así la dinastía carolingia.
Carlomagno y la restauración del
Imperio
Pipino
el Breve, siguiendo la tradición del pueblo franco, dividió su reino entre sus
hijos Carlos y Carlomán, pero la temprana muerte de Carlomán permitió que
Carlos, quien luego sería llamado Carlomagno, heredara la totalidad del reino.
Carlomagno
reinó 46 años, del 768 al 814. Al asumir el trono tenía 26 años. Fue coronado
como emperador por el Papa León III en el año 800, y durante su gobierno
extendió el poder franco por todo occidente.
Posteriormente,
organizó la lucha contra los musulmanes en España y les arrebató un amplio
sector de los Pirineos.
La decadencia carolingia
Al
morir Carlomagno, en el año 814, dejó el Imperio a su hijo Luis el Piadoso,
conocido también con el nombre de Ludovico Pío. Aunque éste fue una persona
recta, no fue un gobernante enérgico ni lo suficientemente hábil para poder
conservar unido el Imperio. Sus propios hijos le hicieron la guerra para
destronarlo y repartirse el imperio.
Después
de la muerte del emperador Ludovico Pío, sus hijos continuaron las luchas por
la distribución del Imperio y por el título de emperador. Lotario, que era el
hijo mayor, pretendía imponerse y dominar sobre sus otros hermanos, pero éstos,
Carlos el Calvo y Luis el Germánico, se unieron y lo vencieron en la batalla de
Fontanet, en el año 841.
Para
evitar enfrentamientos entre sí, los dos hermanos aliados, Carlos y Luis, se
prometieron fidelidad en un histórico juramento llamado "de
Estrasburgo", en el año 842. Este juramento fue leído y escrito en dos
idiomas que acababan de surgir, el alemán y el francés, pues las tropas de Luis
el Germánico solamente hablaban alemán y las de Carlos el Calvo, que reinaba en
Francia, únicamente hablaban francés.
El tratado de Verdón
Poco
después, en el año 843, cuando Lotario vio perdida toda esperanza de apoderarse
del Imperio Carolingio, decidió pactar la paz con sus hermanos y se firmó el
tratado de Verdún, que dividió definitivamente el Imperio. A Carlos el Calvo le
correspondió Francia, con los ríos Escalda, Mosa y Ródano como límites
naturales. A Luis el Germánico le correspondió el sector al este del río Rhin,
Alemania y toda la región hasta encontrarse con los bárbaros eslavos del
oriente de Europa. Y para Lotario se creó el reino de Lotaringia, el cual
conformó una larga zona comprendida entre los ríos Ródano, Rhin y Mosa, y que
llegaba desde Italia hasta el mar del Norte. Actualmente aún se conserva una
parte de este territorio con el nombre de Lorena, el cual recuerda la antigua
Lotaringia.
El
tratado entre los hermanos tuvo consecuencias importantes para la historia,
porque a partir de él surgieron las diferencias nacionales entre Francia y
Alemania.
La
administración carolingia Carlomagno no solamente se preocupó por la expansión
del territorio sino que también se propuso dar una buena organización al
Imperio.
De
su administración se han conservado aproximadamente 50 "capitulares",
que son las disposiciones legislativas de la época. En ellas se daban consejos
a los funcionarios del Imperio, sobre la manera de administrar de una forma
eficaz su territorio respectivo. Este territorio podía ser un condado o un
ducado, y estaba dirigido por un caballero que recibía el nombre de conde o
duque, según el caso. Este organizaba los impuestos el reclutamiento de
soldados, y administraba justicia.
En
los sectores fronterizos estableció las marcas, que eran una especie de
gobiernos militares a cuya cabeza se encontraba un jefe con el nombre de
marqués.
Cada
condado y cada marca eran supervisados por los enviados del emperador, llamados
missi domini o enviados del señor, quienes inspeccionaban las provincias y
vigilaban de cerca a los oficiales.
Con
cierta frecuencia se celebraban grandes reuniones a las que acudían los
habitantes de la región y formulaban sus quejas por la mala administración o la
falta de justicia. Estas asambleas, que se realizaban dos veces al año ante los
funcionarios enviados por el emperador, y en las cuales se aprobaban las leyes
o "capitulares", recibían el nombre de "Campos de Mayo".
Economía
La
población del Imperio Carolingio fue escasa y la mayor parte de las personas se
dedicaban a la agricultura. Los centros de población o ciudades eran los
lugares en donde había una parroquia o un monasterio.
Las
técnicas agrícolas de entonces eran muy rudimentarias, lo que hacía que el
rendimiento de la tierra resultara muy bajo.
Las
bestias de labor, como caballos y muías, escaseaban y las herramientas
empleadas eran poco prácticas. Además, como el comercio estaba poco
desarrollado, los campesinos solamente sembraban para su consumo.
Los
cultivos más corrientes fueron habas, arvejas, lentejas y nabos, y los que se
cultivaron con más aprecio fueron el trigo y la cebada. Como existían grandes
extensiones de tierra sin cultivar, también se desarrolló la actividad ganadera
pero en baja escala.
La educación
Zjrante
el Imperio Carolingio se protegió y se organizó la educación.
E
emperador Carlomagno llamó a su corte a los sacerdotes más sabios de toda la
cristiandad y fundó con ellos la Academia Palatina o escuela del palacio, a la
que asistían los hijos de los servidores del Estado, los nobles y los plebeyos,
sin hacer ninguna discriminación de clase.
Carlomagno
se preocupó por buscar para la academia los hombres más cultos de la época,
entre quienes cabe destacar a Alcuino de York, la persona más importante del
Renacimiento carolingio, que es el nombre como se conoce esta época de interés
por la cultura. Otro personaje importante fue Juan Erígena, gran conocedor de
los pensadores griegos.
Al
mismo tiempo, en todo el Imperio se crearon escuelas parroquiales, en las
iglesias, y escuelas monacales, en los conventos.
Las
escuelas parroquiales enseñaban doctrina cristiana, lectura, escritura, cálculo
y gramática. Las escuelas monacales, se dedicaron a preparar a los sacerdotes y
monjes quienes, antes de Carlomagno, carecían de una formación adecuada.
Siguiendo
este ejemplo, también los aristócratas buscaron instruirse y transmitir la
cultura adquirida a sus hijos. Para esto, muchos encargaron tratados de cultura
y comportamiento. Entre estos últimos sobresalieron Los Espejos, puesto que
leyéndolos se podía corregir la conducta moral.
El
mismo emperador aprendió a leer y a escribir siendo ya adulto, y más tarde
llegó a hablar latín y a conocer el griego.
Actividades artísticas
Carlomagno
no sólo renovó la vida intelectual de su Imperio; también se preocupó por las
artes, al mandar construir numerosas iglesias y estimular el gusto por la
cultura clásica.
En
las construcciones se imitó el estilo romano y bizantino, como en la capilla
del palacio real en Aquisgrán, y la iglesia de la Cérea de Orleans.
En
esta época también se desarrolló el arte de las miniaturas, en especial las
obras realizadas por los monjes benedictinos quienes copiaban a mano los textos
de las grandes obras religiosas y de la antigüedad. Entre ellas sobresale la
Biblia de San Pablo, Extramuros; la Biblia de Carlos el Calvo; el Sacramentario
de Drogon; el Salterio de Utrecht...
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