martes, 31 de agosto de 2010
PRESOCRATICOS
Todo esto no está muy lejos de los conocimientos modernos: 95% del hombre consiste de agua; el embrión vive en el agua; los vivientes más antiguos son los peces y 'monstruos' marítimos; los componentes químicos del agua (H y O) abundan en el universo.
Anaximandro no se contentó con esta explicación, porque determinando a una cosa concreta (agua) como arkhé de todo llevara a una contradicción. Para evitar esto él designó algo indeterminado, invisible y amorfa como principio del universo, llamándolo aperion (lo indeterminado). Esto no significa que ya ha pensado en un principio 'metafísico' o 'ideal', sino en un estado amorfa de lo físico, es decir en el caos. Así retomaba la vieja creencia (que también aparece en génesis) expresado por Hesíodo en su Teogonía de que la tierra había surgido desde el chaos.
Anaxímenes por fin retomó la intención de Tales de determinar un elemento concreto de la naturaleza como arkhé, pero consideraba que debiera ser algo más sutil y omnipresente que el agua. Por lo tanto es el aire (aër) que según el forma el principio universal de toda la realidad. En cierto sentido es una síntesis entre Tales y Anaximandro, guardando tanto lo concreto como lo indeterminado del arkhé. Además Anaxímenes identificó también el 'alma' (aunque algo material) con el aire, estableciendo así una co-naturalidad entre lo cósmico y los psíquico, como lo podemos apreciar también en la Filosofía Andina.
Los tres cosmólogos establecieron un materialismo monista (o monismo materialista), afirmando dos principios fundamentales:
1. El arkhé, es decir el fundamento y principio de la totalidad de lo que existe, es uno solo. Semejante concepción filosófica se suele llamar monismo (monas significa: 'uno'), en oposición a un dualismo o pluralismo. Esto sorprende dentro del marco de un politeísmo tan expreso como era la religión griega.
2 El arkhé es un principio material o físico. Por lo tanto los Milesios todavía no eran 'metafísicos', sino cosmólogos en un sentido más físico. La concepción según la cual la realidad en su totalidad puede ser explicada y derivada desde un principio material, se suele llamar materialismo, en oposición al idealismo o espiritualismo.
1.2.4. Los pitagóricos
Todo el mundo conoce a Pitágoras (ap. 570-495 a.C.) por su famosa 'ley geométrica' (a+b=c) sin tomar en cuenta el trasfondo filosófico y hasta místico de dicho aporte para la ciencia. Pitágoras era una figura mesiánica con todo un número de 'discípulos' quienes le siguieron y difundieron su mensaje. La escuela pitagórica estaba funcionando como un monasterio medieval, con reglas y ritos establecidos, dedicándose tanto a la ciencia como a la meditación. Esto ha dado lugar a dos facciones pitagóricas: Los akousmátikoi ('los que escuchan') guardan la doctrina 'esotérica' (secreta, interna) por la práctica ritual, y los mathematikoi ('los que investigan') que observan el universo, estudian leyes científicas y enseñan los resultados.
La escuela pitagórica fue fundada por el mismo Pitágoras después de su huída de la isla Samos a Italia meridional (Crotona). Esta comunidad u orden religioso-filosófico ha inspirado a generaciones de intelectuales griegos, hasta el mismo Platón. Hoy día ya no se sabe exactamente lo que viene del mismo Pitágoras, y lo que han enseñado sus discípulos. En la filosofía pitagórica podemos distinguir dos campos muy diferentes: la cosmología y la psicología.
Siguiendo la tradición de los Milesios, también Pitágoras se preocupó por el fundamento del universo, buscando un arkhé de todo lo que existe. Sin embargo podemos apreciar un proceso de abstracción en su cosmología que ya no es netamente 'física', sino matemático-simbólica. Según Pitágoras el arkhé del universo es el número, es decir una entidad intelectual y abstracta, y no un elemento físico como el agua o el aire. Todo el universo consta de dos principios expresados por entidades matemáticas: lo ilimitado (par) y lo limitado (impar). De ambos se forma lo uno que, 'respirando' el vacío de lo ilimitado, se convierte sucesivamente en los demás números. Aquí tenemos in nuce la teoría binominal que forma la base para la informática moderna.
El número tiene no solo un valor cuantitativo, sino sobre todo cualitativo; cada número tiene un valor simbólico, como en parte también lo podemos apreciar en la Biblia. El número perfecto según los pitagóricos es el diez, la suma de las primeras cuatro números, representado por los puntos de un triángulo equilátero (tetractis):
. 1
. . 2
. . . 3
. . . . 4
Como entre los números pares e impares hay desigualdad, se necesita de una armonía que los una; esta se expresa por la proporción aritmética y puede ser aplicada para la música (los intervalos de octava [1:2], quinta [2:3] y cuarta [3:4]) y la astronomía. La famosa 'armonía esférica' resulta de la proporción aritmética entre los planetas, lo cual que produce una 'música celestial'.
El simbolismo numérico ha dado a lugar también a una concepción astronómica del universo en base del número perfecto (10). Los cuerpos celestes deberían de ser diez, ordenados todos en torno al fuego central. Pero como en aquel tiempo solo se conocía cinco planetas (Marte, Venus, Mercurio, Júpiter, Saturno), era necesario de suponer otro cuerpo celeste, llamado 'Antitier¬ra' que siempre estaría al lado opuesto de la Tierra. Así el universo pitagórico consiste de las siguientes esferas: El fuego central, rodeado (en forma ascendente) por la Antitierra, la Tierra, la Luna, el Sol, los cinco planetas y la esfera de las estrellas fijas, dando el número de diez esferas.
Según Pitágoras el universo tiene entonces una estructura matemática, es decir un orden que corresponde con el logos que sabe captar la 'fórmula' del cosmos. La física moderna confirma que el universo puede ser descrito por la matemática, aunque ya no considera el carácter cualitativo de los números.
En cuanto a su psicología Pitágoras es el primer filósofo (occidental) que considera la existencia de un alma (psikhé), dando inicio a una larga tradición de la psicología filosófica. Sobre todo Platón ha recogido (150 años más tarde) los principios fundamentales de la psicología pitagórica que pueden ser resumidos como sigue:
1. La inmortalidad del alma, aunque no especifica si se trata del alma individual o universal. Sin embargo el segundo principio sugiere que se trata de la inmortalidad sobre-individual del alma, lo cual que Platón profundiza en su monopsiquismo.
2. La transmigración (metempsicosis) del alma, es decir la migración del alma de un cuerpo a otro. Esta concepción presupone la doctrina de la reencarnación, según la cual el alma se encarna varias veces en diferentes cuerpos (humanos y animales). Parece que esta concepción ha llegado a Grecia desde los Egipcios, o tal vez (a través del comercio) desde el Oriente (India).
La transmigración del alma es la razón para un sinnúmero de ritos específicos y preceptos alimenticios que tenían que guardar los akousmatikoi en la escuela pitagórica. En principio eran vegetarianos para no 'comerse a los antepasados', pero también había vegetales que no se comía (p.e. habas).
Se dice de Pitágoras que se recordara de hasta diez vidas anteriores.
La psicología pitagórica es típica para la filosofía antigua que sostiene en general los principios del dualismo antropológico, del monopsi¬quismo (un solo alma universal) y de la reencarnación.
jueves, 26 de agosto de 2010
Platón, República, libro VII
-Me lo imagino.
-Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
-Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
-Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
-Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
-¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
-Indudablemente.
-Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven?
-Necesariamente.
-Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?
-¡Por Zeus que sí!
-¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?
-Es de toda necesidad.
-Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?
-Mucho más verdaderas.
-Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?
-Así es.
-Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?
-Por cierto, al menos inmediatamente.
-Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.
-Sin duda.
-Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio ámbito.
-Necesariamente.
-Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.
-Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
-Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?
-Por cierto.
-Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y que envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?
-Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.
-Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
-Sin duda.
-Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado, y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?
-Seguramente.
-Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.
-Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.
-Mira también si lo compartes en esto: no hay que asombrarse de que quienes han llegado allí no estén dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos, sino que sus almas aspiran a pasar el tiempo arriba; lo cual es natural, si la alegoría descrita es correcta también en esto.
-Muy natural.
-Tampoco sería extraño que alguien que, de contemplar las cosas divinas, pasara a las humanas, se comportase desmañadamente y quedara en ridículo por ver de modo confuso y, no acostumbrado aún en forma suficiente a las tinieblas circundantes, se viera forzado, en los tribunales o en cualquier otra parte, a disputar sobre sombras de justicia o sobre las figurillas de las cuales hay sombras, y a reñir sobre esto del modo en que esto es discutido por quienes jamás han visto la Justicia en sí.
-De ninguna manera sería extraño.
-Pero si alguien tiene sentido común, recuerda que los ojos pueden ver confusamente por dos tipos de perturbaciones: uno al trasladarse de la luz a la tiniebla, y otro de la tiniebla a la luz, y al considerar que esto es lo que le sucede al alma, en lugar de reírse irracionalmente cuando la ve perturbada e incapacitada de mirar algo, habrá de examinar cuál de los dos casos es: si es que al salir de una vida luminosa ve confusamente por falta de hábito, o si, viniendo de una mayor ignorancia hacia lo más luminoso, es obnubilada por el resplandor. Así, en un caso se felicitará de lo que le sucede y de la vida a que accede; mientras en el otro se apiadará, y, si se quiere reír de ella, su risa será menos absurda que si se descarga sobre el alma que desciende desde la luz.
-Lo que dices es razonable.
-Debemos considerar entonces, si esto es verdad, que la educación no es como la proclaman algunos. Afirman que, cuando la ciencia no está en el alma, ellos la ponen, como si se pusiera la vista en ojos ciegos.
-Afirman eso, en efecto.
-Pues bien, el presente argumento indica que en el alma de cada uno hay el poder de aprender y el órgano para ello, y que, así como el ojo no puede volverse hacia la luz y dejar las tinieblas si no gira todo el cuerpo, del mismo modo hay que volverse desde lo que tiene génesis con toda el alma, hasta que llegue a ser capaz de soportar la contemplación de lo que es, y lo más luminoso de lo que es, que es lo que llamamos el Bien. ¿No es así?
-Sí.
-Por consiguiente, la educación sería el arte de volver este órgano del alma del modo más fácil y eficaz en que puede ser vuelto, mas no como si le infundiera la vista, puesto que ya la posee, sino, en caso de que se lo haya girado incorrectamente y no mire adonde debe, posibilitando la corrección.
-Así parece, en efecto.
-Ciertamente, las otras denominadas 'excelencias' del alma parecen estar cerca de las del cuerpo, ya que, si no se hallan presentes previamente, pueden después ser implantadas por el hábito y el ejercicio; pero la excelencia del comprender da la impresión de corresponder más bien a algo más divino, que nunca pierde su poder, y que según hacia dónde sea dirigida es útil y provechosa, o bien inútil y perjudicial. ¿O acaso no te has percatado de que esos que son considerados malvados, aunque en realidad son astutos, poseen un alma que mira penetrantemente y ve con agudeza aquellas cosas a las que se dirige, porque no tiene la vista débil sino que está forzada a servir al mal, de modo que, cuanto más agudamente mira, tanto más mal produce?
-¡Claro que sí!
-No obstante, si desde la infancia se trabajara podando en tal naturaleza lo que, con su peso plomífero y su afinidad con lo que tiene génesis y adherido por medio de la glotonería, lujuria y placeres de esa índole, inclina hacia abajo la vista del alma; entonces, desembarazada ésta de ese peso, se volvería hacia lo verdadero, y con este mismo poder en los mismos hombres vería del modo penetrante con que ve las cosas a las cuales está ahora vuelta.
-Es probable.
-¿Y no es también probable, e incluso necesario a partir de lo ya dicho, que ni los hombres sin educación ni experiencia de la verdad puedan gobernar adecuadamente alguna vez el Estado, ni tampoco aquellos a los que se permita pasar todo su tiempo en el estudio, los primeros por no tener a la vista en la vida la única meta a que es necesario apuntar al hacer cuanto se hace privada o públicamente, los segundos por no querer actuar, considerándose como si ya en vida estuviesen residiendo en la Isla de los Bienaventurados?
-Verdad.
-Por cierto que es una tarea de nosotros, los fundadores de este Estado, la de obligar a los hombres de naturaleza mejor dotada a emprender el estudio que hemos dicho antes que era el supremo, contemplar el Bien y llevar a cabo aquel ascenso y, tras haber ascendido y contemplado suficientemente, no permitirles lo que ahora se les permite.
-¿A qué te refieres?
-Quedarse allí y no estar dispuestos a descender junto a aquellos prisioneros, ni participar en sus trabajos y recompensas, sean éstas insignificantes o valiosas.
-Pero entonces -dijo Glaucón- ¿seremos injustos con ellos y les haremos vivir mal cuando pueden hacerlo mejor?
-Te olvidas nuevamente amigo mío, que nuestra ley no atiende a que una sola clase lo pase excepcionalmente bien en el Estado, sino que se las compone para que esto suceda en todo el Estado, armonizándose los ciudadanos por la persuasión o por la fuerza, haciendo que unos a otros se presten los beneficios que cada uno sea capaz de prestar a la comunidad. Porque si se forja a tales hombres en el Estado, no es para permitir que cada uno se vuelva hacia donde le da la gana, sino para utilizarlos para la consolidación del Estado.
-Es verdad; lo había olvidado, en efecto.
-Observa ahora, Glaucón, que no seremos injustos con los filósofos que han surgido entre nosotros, sino que les hablaremos en justicia, al forzarlos a ocuparse y cuidar de los demás. Les diremos, en efecto, que es natural que los que han llegado a ser filósofos en otros Estados no participen en los trabajos de éstos, porque se han criado por sí solos, al margen de la voluntad del régimen político respectivo; y aquel que se ha criado solo y sin deber alimento a nadie, en buena justicia no tiene por qué poner celo en compensar su crianza a nadie. «Pero a vosotros os hemos formado tanto para vosotros mismos como para el resto del Estado, para ser conductores y reyes de los enjambres, os hemos educado mejor y más completamente que a los otros, y más capaces de participar tanto en la filosofía como en la política» Cada uno a su turno, por consiguiente, debéis descender hacia la morada común de los demás y habituaros a contemplar las tinieblas; pues, una vez habituados, veréis mil veces mejor las cosas de allí y conoceréis cada una de las imágenes y de qué son imágenes, ya que vosotros habréis visto antes la verdad en lo que concierne a las cosas bellas, justas y buenas. Y así el Estado habitará en la vigilia para nosotros y para vosotros, no en el sueño, como pasa actual mente en la mayoría de los Estados, donde compiten entre sí como entre sombras y disputan en tomo al gobierno, como si fuera algo de gran valor. Pero lo cierto es que el Estado en el que menos anhelan gobernar quienes han de hacerlo es forzosamente el mejor y el más alejado de disensiones, y lo contrario cabe decir del que tenga los gobernantes contrarios a esto.
-Es muy cierto.
-¿Y piensas que los que hemos formado, al oír esto, se negarán y no estarán dispuestos a compartir los trabajos del Estado, cada uno en su turno, quedándose a residir la mayor parte del tiempo unos con otros en el ámbito de lo puro?
-Imposible, pues estamos ordenando a los justos cosas justas. Pero además cada uno ha de gobernar por una imposición, al revés de lo que sucede a los que gobiernan ahora en cada Estado.
-Así es, amigo mío: si has hallado para los que van a gobernar un modo de vida mejor que el gobernar, podrás contar con un Estado bien gobernado; pues sólo en él gobiernan los que son realmente ricos, no en oro, sino en la riqueza que hace la felicidad: una vida virtuosa y sabia. No, en cambio, donde los pordioseros y necesitados de bienes privados marchan sobre los asuntos públicos, convencidos de que allí han de apoderarse del bien; pues cuando el gobierno se convierte en objeto de disputas, semejante guerra doméstica e intestina acaba con ellos y con el resto del Estado.
-No hay cosa más cierta.
-¿Y sabes acaso de algún otro modo de vida, que el de la verdadera filosofía, que lleve a despreciar el mando político?
-No, por Zeus.
-Es necesario entonces que no tengan acceso al gobierno los que están enamorados de éste; si no, habrá adversarios que los combatan.
-Sin duda.
-En tal caso, ¿impondrás la vigilancia del Estado a otros que a quienes, además de ser los más inteligentes en lo que concierne al gobierno del Estado, prefieren otros honores y un modo de vida mejor que el del gobernante del Estado?
-No, a ningún otro.
-¿Quieres ahora que examinemos de qué modo se formarán tales hombres, y cómo se los ascenderá hacia la luz, tal como dicen que algunos han ascendido desde el Hades hasta los dioses?
-¿Cómo no habría de quererlo?
-Pero esto, me parece, no es como un voleo de concha, sino un volverse del alma desde un día nocturno hasta uno verdadero; O sea, de un camino de ascenso hacia lo que es, camino al que correctamente llamamos 'filosofía'.
-Efectivamente.
-Habrá entonces que examinar qué estudios tienen este poder.
-Claro está.
-¿Y qué estudio, Glaucón, será el que arranque al alma desde lo que deviene hacia lo que es? Al decirlo, pienso a la vez esto: ¿no hemos dicho que tales hombres debían haberse ejercitado ya en la guerra?
-Lo hemos dicho, en efecto.
-Por consiguiente, el estudio que buscamos debe añadir otra cosa a ésta.
-¿Cuál?
-No ser inútil a los hombres que combaten.
-Así debe ser, si es que eso es posible.
-Ahora bien, anteriormente, los educábamos por medio de la gimnasia y de la música.
-Efectivamente.
-Y la gimnasia de algún modo se ocupa de lo que se genera y perece, ya que supervisa el crecimiento y la corrupción del cuerpo.
-Así parece.
-No es éste, pues, el estudio que buscamos.
-No, en efecto.
-¿Será acaso la música tal como la hemos descrito anteriormente?
-No, porque has de recordar que la música era la parte correlativa de la gimnasia: a través de hábitos educaba a los guardianes, inculcándoles no conocimientos científicos sino acordes armoniosos y movimientos rítmicos; en cuanto a las palabras, las dotaba de hábitos afines a aquéllos, se trataran de palabras míticas o más verdaderas, pero no había en ella nada de un estudio que condujera hacia algo como lo que buscas ahora.
-Me haces recordar con la mayor precisión; en efecto, no había en ella nada de esto. Pero, divino Glaucón, ¿cuál será entonces semejante estudio? Porque ya hemos visto que las artes son todas indignas.
-Sin duda, pero ¿qué otro estudio queda, si hacemos a un lado la música, la gimnasia y las artes?
-Bien, si no podemos tomar nada fuera de ellas, tomemos algo que se pueda extender sobre todas ellas.
-¿ Como qué?
-Por ejemplo, eso común que sirve a todas las artes, operaciones intelectuales y ciencias, y que hay que aprender desde el principio.
-¿A qué te refieres?
-A esa fruslería por la que se discierne el uno, el dos y el tres, en una palabra, a lo que concierne al número y al cálculo: ¿no sucede de modo tal que todo arte y toda ciencia deben participar de ello?
-Es cierto.
-¿Inclusive el arte de la guerra?
-Necesariamente.
-Pues Palactetes, cada vez que aparece en las tragedias, hace de Agamenón un general bien ridículo. ¿O no te has dado cuenta de que afirma que, mediante la invención del número, ordenó las filas del ejército de Troya, numeró las naves y todo lo demás -como si antes nada hubiese sido contado-, mientras Agamenón, al parecer, ni siquiera sabía cuántos pies tenía, ya que no sabía contar? ¿Qué piensas de semejante general?
-Que era muy extraño, si eso fuese cierto.
-Por consiguiente, ¿impondremos como estudio indispensable para un varón guerrero el que le permita contar y calcular?
-Más que cualquier otra cosa, si ha de entender de estrategia o, más bien, si es que va a ser un hombre.
-¿Percibes lo mismo que yo en este estudio?
-¿Qué cosa?
-Parece que, aunque es de aquellos estudios que buscamos porque por naturaleza conducen a la intelección, nadie lo usa correctamente, pero es algo que por ejemplo atrae hacia la esencia.
-¿Qué quieres decir?
-Intentaré mostrarte lo que me parece que es. Considera junto conmigo las cosas que distingo como conducentes o no hacia donde decimos, dando tu asentimiento o rehusando, de modo que podamos ver más claramente si es como presiento.
-Muéstramelo.
-Te mostraré, si miras bien, que algunos de los objetos de las percepciones no incitan a la inteligencia al examen, por haber sido juzgados suficientemente por la percepción, mientras otros sin duda la estimulan a examinar, al no ofrecer la percepción nada digno de confianza.
-Es claro -dijo Glaucón- que hablas de las cosas que aparecen a lo lejos y a las pinturas sombreadas.
-No -repliqué-, no has dado con lo que quiero decir.
-¿Qué quieres decir entonces?
-Los objetos que no incitan son los que no suscitan a la vez dos percepciones contrarias. A los que sí las suscitan los considero como estimulantes, puesto que la percepción no muestra más esto que lo contrario, sea que venga de cerca o de lejos. Te lo diré de un modo más claro: éstos decimos que son tres dedos, el meñique, el anular y el mayor.
-De acuerdo.
-Piensa ahora que hablo como viéndolos de cerca. Después obsérvalos conmigo de este modo.
-¿De qué modo?
-Cada uno de ellos aparece igualmente como un dedo, y en ese sentido no importa si se lo ve en el medio o en el extremo, blanco o negro, grueso o delgado, y así todo lo de esa índole. En todos estos casos el alma de la mayoría de los hombres no se ve forzada a preguntar a la inteligencia qué es un dedo, porque de ningún modo la vista le ha dado a entender que el dedo sea a la vez lo contrario de un dedo.
-Sin duda.
-Es natural, entonces, que semejante percepción no estimule ni despierte a la inteligencia.
-Es natural.
-Pues bien, en cuanto a la grandeza y a la pequeñez de los dedos, ¿percibe la vista suficientemente, y le es indiferente que uno de ellos esté en el medio o en el extremo, y del mismo modo el tacto con lo grueso y lo delgado, con lo blando y lo duro? Y los demás sentidos ¿no se muestran defectuosos en casos semejantes? ¿O más bien cada uno de ellos procede de modo que, primeramente, el sentido asignado a lo duro ha sido forzado a lo blando, y transmite al alma que ha percibido una misma cosa como dura y como blanda?
-Así es.
-Pero ¿no es forzoso que en tales casos el alma sienta la dificultad con respecto a qué significa esta sensación si nos dice que algo es 'duro', cuando de lo mismo dice que es 'blando'? ¿Y también respecto de qué quiere significar la sensación de lo liviano y lo pesado con 'liviano' o 'pesado', cuando dice que lo pesado es 'liviano' y lo liviano 'pesado'?
-En efecto, son extrañas comunicaciones para el alma, que reclaman un examen.
-Es natural que en tales casos el alma apele al razonamiento y a la inteligencia para intentar examinar, primeramente, si cada cosa que se le transmite es una o dos.
-Sin duda.
-Y si parecen dos, cada una parecerá una y distinta de la otra.
-Sí.
-Y si cada una de ellas es una y ambas son dos, pensará que son dos si están separadas; pues si no están separadas, no pensará que son dos sino una.
-Correcto.
-Pero decimos que la vista ha visto lo grande y pequeño no separadamente, sino confundidos, ¿no es así?
-Sí.
-Y para aclarar esto la inteligencia ha sido forzada a ver lo grande y lo pequeño, no confundiéndolos sino distinguiéndolos.
-Es verdad.
-¿No es acaso a raíz de eso que se nos ocurre preguntar primeramente qué es lo grande y qué lo pequeño?
-Sin duda.
-Y de este modo era como hablábamos de lo inteligible, por un lado, y de lo visible, por otro.
miércoles, 18 de agosto de 2010
Nicolás de Maquiavelo (1469-1530)
"Hay que agradecer a Maquivaelo ya los escritores de su género, el que digan abiertamente y sin disimulo lo que los hombres acostumbran a hacer, no lo que debe hacer" F. Bacon
Las teorías políticas renacentistas se mueven en un contexto diferente del medieval que se caracteriza por la formación de las monaquías simultáneamente con las ideas que introduce por la Reforma. Se inicia un proceso de secularización política en donde ésta comienza a separarse de los religioso, sin embargo, el origen divino es aún de uso común.
Maquiavelo es un republicano de Florencia que cae en desgracia cuando se reestablece el poder de los Medicis (pese a que es a Lorenzo de Médicis a quein le dedica El príncipe). Su ambición es restaurar la unidad italiana y su modelo es la República Romana, pese a lo cual sostiene que en ciertas circuntancias es necesaria la autoridad de un príncipe fuerte. El maquiavelismo suele asociarse a la inmoralidad. En este sentido, lo que se debe tener en cuenta que Maquiavelo no se centra en analizar cuál es el mejor gobierno, ni la legitimidad, sino únicamente la técnica política que permite conservar el poder y mantener el orden.
La fortuna condiciona los acontecimientos pero el político puede superarla mediante su sagacidad y resolución. De esta forma, para el príncipe solo v ale el resultada y si es exitoso, entonces todos los medios utilizados serán juzgados honorables: el fin justifica los medios.
Para Maquiavelo, la política es pues, un juego de voluntades individuales, un arte de calcular. En esta línea, la política se indipendize de cualquier otro orden de pensamiento.
Francis Bacon (1561-1626)
El proyecto fundamental de Bacon es: "establecer y extener el dominio de la humanidad sobre el universo (...) lo cual, depende, por entero, tanto de las artes como de las ciencias. Porque no podemos dominar la naturaleza sino obedeciéndola" Novum Organum, Bacon
En su utopia La Nueva Atlántida, Bacon aspira a una reforma de la sociedad a través de la ciencia aplicada, para lo cual, será necesario, en primer lugar, iniciar una revisión de los objetivos y los métodos científicos.
La particularidad del humanismo de Bacon es que se trata de un humanismo técnico porque "la introducción de famosos descubrimientos ocupa, con mucho, el primer lugar entre las acciones humanas" y beneficia más que cualquier reforma social o política. Pero solo es posible dominar la naturaleza conociendo su estructura y sus leyes, la técnica no es posible sin un conocimiento previo de la realidad a través de la ciencia. De otra forma, los inventos no son mas que casualidades. Así, los descubrimientos científicos y sus aplicaciones son más útiles en cuanto abren las puertas para nuevos hallazgos. Bacon se refiere a la importancia del método científico de descubrimiento, el cual desarrolla en su obra Novum Organum
El método inductivo
Sería erróneo sostener que Bacon creó el método inductivo, en efecto, este método fue utilizado por los primeros filósofos griegos, pero Bacon ve en la inducción de los antiguos solo una suerte de "anticipación" de la Naturaleza. Además, era una indución que procedía por "simple enumeración", deficiencia que Bacon llega a puntualizar e intenta corregir. Sin embargo, Bacon, sin llegar a captar el valor de las matemáticas que se desarrollaban entre los grandes científicos de su época, no consiguió perfeccionar su método harto complejo.
El mérito de Bacon es, sin lugar a dudas, el haber luchado por la aplicación práctica del conocimiento científico, dando lugar al desarrollo de la tecnología en función de una mejor calidad de vida para la humanidad.
Crítica a la lógica aristotélica
Destaca Bacon que los caminos para alcanzar la verdad son dos:
1.Las anticipaciones de la naturaleza
Se trata pues, de un sendero precipitado y erróneo porque va de las impresiones sensoriales y a los axiomas más generales y, partiendo de estos principios y de lo que se cree como verdad inmutable en ellos, a la discusión y el descubrimiento de los acciomas medios. En este sentido, la lógica aristotélica "sirve más para fijar y consolidar errores fundados en nociones vulgares, que para inquirir la verdad" Novum Organum, Bacon
2. Interpretación de la Naturaleza
Supone escapar de los axiomas sensoriales y de los de los hechos particulares, para llegar a principios más generales. Esta opción es mucho más lenta y progresiva y vale para establecer los principios que rigen la Naturaleza. Se refiere Bacon al método inductivo
En síntesis, la diferencia no se basa en utilizar o no la experiencia sino en que la lógica aristotélica no alcanza a la Naturaleza real sino que solamente la "anticipa", porque produce un salto hacia princpios más generales, por lo cual solo se refiere a la "experiencia pasada". Además se utiliza una experiencia superificial, unos pocos hechos particulares y si se presenta algun hecho que no responde a los axiomas obtenidos de forma precipitada, se realiza alguna excepción frívola en vez de realizar una corrección del axioma contradicho por el caso particular.
Bacon opina que hay algo en nuetra mente que nos inclina a elegir el error y el camino más facil, por eso, antes de iniciar el método de la interpretación de la naturaleza, es ncesario eliminar los prejuicios (los ídolos de la mente).
Nicolás de Cusa (1401-1464)
Deseamos saber verdaderamente que somos ignorantes. Si consiguiésemos alcanzar esto plenamente, habríamos alcanzado la docta ignorancia. Al hombre, por más extraño que sea, no le puede suceder nada mejor en el orden del conocimiento que el saberse doctísimo en la ignorancia. Y tanto más cuanto más ignorante se reconozca. Nicolás de Cusa
Es discutible si Nicolás de Cusa fue un filósofo o un místico. En efecto, ya no es un escolástico, aunque de alguna forma también podría considerárselo un medieval en el que predominan fuentes platónicas.
Coincidentia Oppositurum
"La unidad no puede ser un número, ya que el número admite siempre algo que le excede, y por ello no puede ser de ninguna manera mínimo ni máximo absolutamente. Es, por el contrario, el principio de todo número, en cuanto mínimo; y el fin de todo número, en canto máximo. La unidad absoluta, a la que nada se opone, es pues, la absoluta maximidad, la cual es Dios bendito" De docta ignorantia, Nicolás de Cusa
Agregará que la unidad máxima no es posible de multiplicar y que tampoco puede convertirse en número. Este razonamiento, no pretende ser una demostración sino una suerte de metáfora que recurre a las matematizaciones neoplatónicas. La unidad (la mónada) no sería un número sino el origen de todo número, entonces no hay número máximo ni mínimo ya que siempre es posible un número mayor o menor. La unidad es el máximo y el mínimo número, sin ser número, y en ella coincide y se reconcilia lo aparentemente contradictorio.
En el mundo de las cosas, encontramos contrarios, es pues, el reino de la multiplicidad, no de la unidad, y en él se encuentra lo grande y lo pequeño, el ser y el no ser. Todo puese ser medido según el más y el menos: el reino del número.
La relación que se establece entre Dios y el mundo, se expresa con los terminos com plicatio-explicatio: el mundo es despliegue y diferenciación (explicatio) de todo cuanto se encuentra comprendido y unificado (complicatio) en Dios.
De esta forma, el pensamiento de Cusa, supone una ruptura con el cosmos delimitado por el geocentrismo medieval. El universo ya no es infinito porque solo Dios lo es, pero tampoco es finito, porque carece de límites. El cosmos no tiene centro, por lo tanto la tierra no está él. Y si el mundo no es el centro, entonces es necesario que esté en movimiento...:
"La máquina del mundo tendrá el centro en cualquier lugar y la circunferencia en ninguno, pues la circunferencia y el centro son Dios, que está en todas partes y en ninguna" De docta ignorantia, Nicolás de Cusa