La Filosofía Medieval
A. Padres de la
Iglesia.
Nombre dado por la Iglesia católica a
los autores que establecieron la doctrina cristiana antes del siglo VIII. Los
escritos de los Padres, o literatura Patrística,
sintetizaron la doctrina cristiana tal y como se encuentra en la Biblia,
especialmente en el Evangelio, los escritos de los Padres Apostólicos, las
máximas eclesiásticas y las decisiones de los concilios de la Iglesia.
Facilitaron un conjunto doctrinal articulado de la enseñanza cristiana para su
transmisión por todos los rincones del Imperio romano.
Hay que
tomar en cuenta que al principio la Iglesia no quería saber nada de la
filosofía, ya que estaban bajo la impresión de la nueva vivencia de su fe.
Gracias a San Agustín, se puso un sí positivo a la filosofía. Nosotros queremos
dice San Agustín, hablar no solo con la autoridad de las sagradas escrituras,
sino también basados en la universal razón humana (Ratio: relación entre dos cantidades). Si los filósofos han dicho algo que exacto ¿por qué no lo hemos de
aceptar?, al fin de cuentas puede incluso servir para razonar la fe y para
comprenderla mejor.
En el
siglo IV, la Patrística alcanza su plena madurez. Es el momento en que los
herejías han alcanzado su mayor agudeza y el gran movimiento maniqueo, que se
extiende de oriente a occidente, amenazan a la Iglesia. Por otra parte el
pensamiento cristiano ha adquirido profundidad y claridad, y al mismo tiempo
vigencia social en el Imperio Romano. El mundo antiguo esta en su última etapa.
Los bárbaros están llamando desde hace tiempo a todas las puestas del Imperio;
a lo largo de sus fronteras se hace sentir la presencia de los pueblos
germánicos, que se van infiltrando lentamente, antes de realizar la gran
irrupción del siglo V. Y sobre todo el paganismo ha dejado de existir; la
cultura romana se agota en el comentario y sigue nutriéndose, al cabo de los
siglos de una filosofía la griega
que no es capaz de renovar. En este momento aparece San Agustín, la plenitud de
la Patrística, que resume en su personalidad inmensa el mundo antiguo, al que
todavía pertenece, y la época moderna, que anuncia, y cuyo punto de arranque es
él mismo. En la obra agustiniana se cifra este paso decisivo de un mundo a
otro.
·
San Agustín (354 – 430).
Es una de las figuras más
emblemáticas de su tiempo, del cristianismo y de la filosofía. Su personalidad
tan original y abundante deja una huella profunda en todas las cosas donde pone
su mano. La filosofía y la teología medievales, es decir, lo que se ha llamado
la Escolástica, toda la dogmática cristiana, disciplinas enteras como la
filosofía del espíritu y la filosofía de la historia, ostentan la marca
inconfundible que les imprimió. Más aun: el espíritu cristiano y el de la
modernidad están influidos decisivamente por San Agustín; y tanto la Reforma
como la Contrarreforma han recurrido de un modo especial a las fuentes
agustinianas.
a.
Verdad
b.
Dios
Tesis filosóficas de San Agustín: c. Creación.
d.
Alma.
e.
El Bien.
f.
La Ciudad de Dios.
a. Verdad: en encendidas controversias con los escépticos hizo triunfar San Agustín
la posibilidad de conocer la verdad. Los escépticos dicen “no existe la verdad;
de todo se puede dudar”; a lo que San Agustín replica “se podrá dudar todo lo
que se quiere; de lo que no se puede dudar es de la misma duda”. Existe pues la
verdad con lo cual queda refutado el escepticismo. San Agustín busca el
prototipo de la verdad en las verdades matemáticas, cuando dice, por ejemplo,
que la proposición 7+3=10, es una proposición de vigencia universal para
cualquiera que tenga razón. Aquí donde se ve que 7+3 tiene que ser igual a 10,
halla San Agustín lo que también en otros casos debe ser verdad para todo
espíritu racional, a saber, las reglas, ideas y normas conforme a las cuales registramos y leemos lo sensible y al
mismo tiempo lo estimamos y rectificamos. Estas reglas son algo apriorístico,
en lo cual el hombre, frente al mundo y su experiencia, se demuestra superior,
libre y autónomo.
b. Dios: el mismo San Agustín que busca la verdad en el interior del hombre, dice
a la vez con no menor énfasis: Dios es la verdad. San Agustín se eleva de lo verdadero singular a
la verdad una gracias a la que todo lo verdadero es verdadero para tener
participación en ella. Considera esta ascensión como prueba de que existe Dios
y el mismo tiempo de lo que Dios mismo es: el todo de lo verdadero, el ser
bueno de todo lo bueno, el ser de todo ser. Así Dios es todo, pero a la vez no
es nada de todo, pues sobre puja a todo, ninguna categoría se le puede aplicar.
c. Creación: este concepto no es filosófico sino teológico. Por tanto, cuando San
Agustín trata de pensarlo, se le ofrecen inmediatamente dificultades
filosóficas. En este caso, habría que admitir también en Dios lo mutable. Por
otra parte, la creación proviene de un acto libre de la voluntad de Dios, y no
es por tanto, una procesión necesaria, como con frecuencia sé repitió contra la
teoría de la emanación. San Agustín deja por fin la cuestión en suspenso. Ve
que no se puede resolver con nuestros conceptos espaciales y temporales.
d. Alma: lo que San Agustín escribe sobre el alma, su fina intuición, su arte de
ver y dominar las cosas, su penetrante análisis y otras diversas cualidades lo
revelan como sicólogo de primer orden. El alma tenía para él especial
interés. “A Dios y al alma deseo conocer”. El alma tiene un efecto el primado
frente al cuerpo. Cierto que San Agustín no es ya pesimista acerca del cuerpo:
el espíritu del cristianismo y su doctrina de la creación no lo permiten. No
obstante, para San Agustín el hombre es propiamente el alma. Y así, seguirá
pensándose, aun después de que en la alta edad media prospere la formula
aristotélica de la unidad del cuerpo y el alma.
e. El Bien: cuando San Agustín
habla en lenguaje religioso, el bien no es para él otra cosa más que la
voluntad de Dios. Pero cuando trata de descubrir los fundamentos más profundos,
dice: “El bien se da con la ley eterna”. Son las ideas eternas en la mente de
Dios que, como para los platónicos, también aquí constituyen el fundamento de
conocer, del ser y del bien. Son un orden eterno. No solo el hombre es bueno,
también los seres son buenos y el conocimiento es verdadero, con tal que se
orienten conforme a este orden eterno.
f. La Ciudad de Dios: siempre
tendrá lugar en la historia del mundo la lucha entre la luz y las tinieblas,
entre lo eterno y lo temporal, entre lo supra sensible y lo sensible, entre lo
devino y lo antidivino. En su gran obra la Ciudad de Dios San Agustín, muestra
cómo los poderes del bien tienen que luchar constantemente con los poderes del
mal. Su sentido definitivo es el triunfo del bien sobre el mal.
B. El
Escolasticismo.
Movimiento filosófico y teológico que
intentó utilizar la razón natural humana, en particular la filosofía y la
ciencia de Aristóteles, para comprender el contenido sobrenatural de la
revelación cristiana. Principal movimiento en las escuelas y
universidades medievales de Europa, desde mediados del siglo XI hasta mediados
del siglo XV, su ideal último fue integrar en un sistema ordenado tanto el
saber natural de Grecia y Roma como el saber religioso del cristianismo. El
término escolástica también se utiliza en un sentido más amplio para expresar
el espíritu y métodos característicos de ese momento de la historia de la
filosofía o cualquier otro espíritu o actitud similar hacia el saber
encontrados en otras épocas. El término escolástica, que en su origen designaba
a los maestros de las escuelas monásticas o catedralicias medievales, de las
que surgieron las universidades, acabó por aplicarse a cualquiera que enseñara
filosofía o teología en dichas escuelas o universidades.
·
Características Principales.
Los pensadores escolásticos
sostuvieron una amplia variedad de ideas tanto en filosofía como en teología.
Lo que da unidad a todo el movimiento escolástico son las metas comunes, las
actitudes y los métodos aceptados de un modo general por todos sus miembros. La
principal preocupación de los escolásticos no fue conocer nuevos hechos sino
integrar el conocimiento ya adquirido de forma separada por el razonamiento
griego y la revelación cristiana. Este interés es una de las diferencias más
características entre la escolástica y el pensamiento moderno desde el
renacimiento.
El objetivo esencial de los
escolásticos determinó algunas actitudes comunes, de las que la más importante
fue su convicción de la armonía fundamental entre razón y revelación. Los
escolásticos afirmaban que el mismo Dios era la fuente de ambos tipos de
conocimiento y la verdad era uno de Sus principales atributos. No podía contradecirse
a Sí mismo en estos dos caminos de expresión. Cualquier oposición aparente
entre revelación y razón podía deberse o a un uso incorrecto de la razón o a
una errónea interpretación de las palabras de la revelación. Como los
escolásticos creían que la revelación era la enseñanza directa de Dios, ésta
tenía para ellos un mayor grado de verdad y certeza que la razón natural. En
los conflictos entre fe religiosa y razonamiento filosófico, la fe era siempre
el árbitro supremo, la decisión de los teólogos prevalecía sobre la de los
filósofos. Después de principios del siglo XIII, el pensamiento escolástico
puso mayor énfasis en la independencia de la filosofía en su campo propio. A
pesar de todo, durante el periodo escolástico la filosofía estuvo al servicio
de la teología, no sólo porque la verdad de la filosofía estaba subordinada a
la de la teología, sino también porque los teólogos utilizaban la filosofía
para comprender y explicar la revelación.
Esta
postura de la escolástica chocó con la llamada teoría de la doble verdad del
filósofo y físico hispano-árabe Averroes. Su teoría mantenía que la verdad era
accesible tanto a la teología como a la filosofía islámica pero que tan sólo la
filosofía podía alcanzarla en su totalidad. Por lo tanto, las llamadas verdades
de la teología servían, para la gente común, de expresiones imaginativas
imperfectas de la verdad auténtica, sólo accesible por la filosofía. Averroes
sostenía que la verdad filosófica podía incluso contradecir, al menos de una
forma verbal, las enseñanzas de la teología islámica.
Como resultado de su creencia en la
armonía entre fe y razón, los escolásticos intentaron determinar el ámbito
preciso y las competencias de cada una de estas facultades. Muchos de los
primeros escolásticos, como el eclesiástico y filósofo italiano san Anselmo, no
lo consiguieron y estuvieron convencidos de que la razón podía probar algunas
doctrinas procedentes de la revelación divina. Más tarde, en el momento de
esplendor de la escolástica, el teólogo y filósofo italiano santo Tomás de
Aquino estableció un equilibrio entre razón y revelación. Sin embargo, los
escolásticos posteriores a santo Tomás, empezando por el teólogo y filósofo
escocés Duns Escoto, limitaron cada vez más el campo de las verdades capaces de
ser probadas a través de la razón e insistieron en que muchas doctrinas
anteriores que se pensaba habían sido probadas por la filosofía tenían que ser
aceptadas sobre la base única de la fe. Una de las razones de esta limitación
fue que los escolásticos aplicaron los requisitos para la demostración
científica, recogidos al principio en el Organon de Aristóteles, de una manera
mucho más rigurosa que lo había hecho cualquiera de los filósofos anteriores.
Esos requisitos eran tan estrictos que el propio Aristóteles rara vez fue capaz
de aplicarlos en detalle más allá del campo de las matemáticas. Esta tendencia
desembocó de forma teórica en la pérdida de confianza en la razón natural
humana y en la filosofía, como quedó caracterizada la primera época del
renacimiento, y así lo asumieron los primeros reformadores religiosos
protestantes, como Martín Lutero.
Otra actitud común entre los
escolásticos fue su sometimiento a las llamadas autoridades, tanto en filosofía
como en teología. Esas autoridades eran los grandes maestros del pensamiento de
Grecia y Roma y los primeros Padres de la Iglesia. Los escolásticos medievales
se impusieron a sí mismos pensar y escribir mediante el estudio único e
intensivo de los autores clásicos, a cuya cultura y saber atribuían certezas
inmutables. Tras alcanzar su plena madurez de pensamiento y producir los
primeros trabajos originales de filosofía, siguieron citando a las autoridades
para dar peso a sus propias opiniones, aunque a estas últimas llegaban en
muchos casos de manera independiente. Críticas posteriores concluyeron de esta
práctica que los escolásticos eran meros compiladores o repetidores de sus
maestros. En realidad, los escolásticos maduros, como santo Tomás de Aquino o
Duns Escoto, fueron muy flexibles e independientes en su utilización de los
textos de los clásicos; a menudo con el fin de armonizar los textos con sus
propias posiciones, ofrecieron interpretaciones que eran difíciles de conciliar
con las intenciones y motivos inspiradores en los clásicos. El recurso a la cita
de los clásicos fue, en muchos casos, poco más que un ornamento estilístico
para empezar o finalizar la exposición de las propias opiniones e intentaba
demostrar que las ideas del exegeta eran continuidad del pasado y no simples
novedades. Novedad y originalidad de pensamiento no eran perseguidos de forma
deliberada por ninguno de los escolásticos sino más bien minimizadas lo más
posible.
Los escolásticos consideraron a
Aristóteles la máxima autoridad filosófica, llamándole de modo habitual “el
filósofo”. El primer prelado y teólogo cristiano san Agustín fue su principal
autoridad en teología, tan sólo subordinado a la Biblia y a los concilios
oficiales de la Iglesia. Los escolásticos se adhirieron con mayor intensidad y
sin ninguna crítica a las doctrinas emitidas por la jerarquía eclesial al
admitir las opiniones de Aristóteles en materia de ciencias empíricas, como la
física, la astronomía y la biología. Su aceptación sin crítica debilitó a la
escolástica y fue una de las principales razones de su desdeñoso rechazo por
parte de los investigadores y sabios del renacimiento e incluso de mucho tiempo
después.
·
Métodos Comunes.
Uno de los principales métodos de la
escolástica fue el uso de la lógica y el vocabulario filosófico de Aristóteles
en la enseñanza, la demostración y la discusión. Otro importante método fue
enseñar un texto por medio de un comentario de alguna autoridad aceptada. En
filosofía, esa autoridad era atribuida de un modo casi mecánico y procedimental
a Aristóteles. En teología, los textos principales eran la Biblia y el
Sententiarum Libri Quatuor (Cuatro libros de Sentencias) del teólogo y prelado
italiano del siglo XII Pedro Lombardo, una recopilación de las opiniones de los
primeros Padres de la Iglesia sobre problemas de teología. Los primeros
escolásticos empezaron asumiendo como ortodoxia intelectual el contenido de los
textos que estaban comentando. Poco a poco, conforme la práctica de la lectura
fue desarrollando su propio poder de crítica, introdujeron muchos comentarios suplementarios
sobre algunos puntos que el propio texto no cubría o no había resuelto de forma
adecuada. A partir del siglo XIII, esos comentarios suplementarios, que
expresaban el pensamiento personal de los maestros, se convirtieron en la parte
más amplia y trascendente de los textos, resultando así que la explicación
literal del texto era reducida a un simple pasaje de cada exégesis.
Junto con los comentarios contaba la
técnica de discusión por medio del debate público. Cada profesor de una
universidad medieval debía aparecer varias veces al año ante el cuerpo docente
y los alumnos, reunidos en asamblea, en un debate para defender los puntos
cruciales de sus propias enseñanzas frente a todo aquel que las pusiera en
duda. Las ideas de la lógica aristotélica se empleaban tanto en la defensa como
en el ataque. En el siglo XIII el debate público se convirtió en un instrumento
educativo flexible para estimular, probar y comunicar el progreso del
pensamiento en la filosofía y teología. Después de la mitad del siglo XIV, sin
embargo, la vitalidad del debate público decayó y se convirtió en un rígido
formalismo. Los participantes se sentían menos interesados en el contenido real
que en pequeños puntos de la lógica y nimias sutilezas del pensamiento. Este
tipo degradado de debate influyó mucho en dar una mala reputación a la
escolástica durante el renacimiento y posteriormente; en consecuencia muchos
pensadores modernos lo han considerado un mero mecanismo lógico pedante y
artificial.
·
Principales Filósofos Escolásticos.
Entre los escolásticos más destacados
de los siglos XI y XII se encuentran san Anselmo; el filósofo, teólogo y
profesor de lógica Pedro Abelardo y el filósofo y clérigo Roscelino, que fundó
la escuela de filosofía conocida como nominalismo. Entre los pensadores judíos
del mismo periodo, el rabino, filósofo y físico Maimónides intentó armonizar la
filosofía aristotélica con la revelación divina como se entiende en el
judaísmo, en un espíritu similar al de los escolásticos cristianos. Los
escolásticos de la llamada edad de oro del siglo XIII incluyen a santo Tomás de
Aquino y al filósofo alemán san Alberto Magno, ambos pertenecientes a la orden
de los dominicos; al monje y filósofo inglés Roger Bacon, al prelado y teólogo
italiano san Buenaventura, y a Duns Escoto, todos pertenecientes a la orden de
los franciscanos y al sacerdote seglar belga del siglo XIII Henry de Ghent. El
nominalismo se convirtió en la escuela filosófica dominante del siglo XIV,
cuando la escolástica empezó a declinar. El nominalista más importante fue el
filósofo inglés Guillermo de Ockham, un gran lógico que atacó todos los
sistemas filosóficos de los escolásticos precedentes para mantener en cambio
que la razón humana y la filosofía natural tenían un campo de acción mucho más
limitado del que sus antecesores habían establecido.
Si bien
es cierto que estos autores representan a la filosofía medieval, ahora veamos
de una forma más detallada uno a uno a los más importantes de estos en cuanto a
la Escolástica:
-
Escoto Eriúgena, Juan (c. 815-c. 877).
Es el creador del primer gran sistema
filosófico de la edad media. Al parecer era descendiente de escoceses pero,
como ya se ha dicho, debió nacer en Irlanda como así lo indica el uso del
seudónimo Johannes Ierugena o Eriúgena (que quiere decir "nacido en
Irlanda"). En torno al 847 Carlos I, rey de Francia, le nombra supervisor
de la escuela de la corte y le encarga que traduzca al latín las obras del
neoplatónico Dionisio el Areopagita. Eriúgena, que no quiso someter sus obras
al control de la censura, entró en conflicto con el papa Nicolás I. El rey
Carlos le prestó su apoyo, aunque tuvo que vivir recluido en la corte hasta la
muerte del monarca en 877. Los concilios de Valence (855), Langres (859) y
Vercelli (1050) condenaron el tratado De Divina Praedestinatione (Sobre la
predestinación divina, 851), que defiende la creencia de Hincmar, arzobispo de
Reims, sobre el destino final de los individuos en el sentido de que éste no
depende de Dios de una forma absoluta, ya que la voluntad también tiene algo
que decir sobre la salvación o la condenación. Por otra parte, Eriúgena afirma
también en sus escritos que no existe nada semejante a la condenación como se
cree conforme a la tradición. Todos los seres humanos, afirma, se transformarán
por igual en espíritus puros.
En su
panteística obra De Divisione Naturae (Sobre la división de la Naturaleza,
865-870), rechaza la creencia cristiana de que el universo fuera creado de la
nada. Sostiene más bien que el mundo del espacio y del tiempo es una
manifestación de las ideas presentes en el pensamiento de Dios y describe a
este dios como el punto más alto de toda la evolución. Eriúgena afirma también
que la razón no necesita ser sancionada por la autoridad; más bien al
contrario, la razón es en sí misma la base de la autoridad. La obra De
Divisione Naturae fue condenada en 1225, en el concilio de Sens, y el papa
Honorio III ordenó que se quemara.
Suele creerse que Eriúgena escribió
también una obra en la que negaba la presencia de Cristo en la Eucaristía.
Aunque algunos de los puntos de vista de Eriúgena pueden considerarse
heréticos, es respetado sin embargo por el alcance de su obra y lo más
frecuente es que se le considere como uno de los primeros representantes del
escolasticismo.
-
San Anselmo de Cantorbery (c. 1033-1109).
Teólogo, filósofo y Doctor de la
Iglesia, que propuso una teoría sobre la existencia de Dios que todavía hoy se
sigue debatiendo.
Nació
en Aosta (norte de Italia) en el seno de una familia acomodada. En 1060 ingresó
en el monasterio benedictino de Bec (Normandía), donde era abad el religioso y
erudito Lanfranco. Cuando, en 1070, éste fue nombrado arzobispo de Canterbury
por el rey de Inglaterra Guillermo I el Conquistador, Anselmo le sustituyó
al frente del monasterio. Durante estos años alcanzó un gran prestigio por sus
conocimientos y piedad, y sus monjes le animaron a que pusiera por escrito las
meditaciones en que basaba sus enseñanzas. De esta manera redactó Monologium
(1077), en el que, reflejando la influencia de san Agustín de Hipona,
presentaba a Dios como el Ser más supremo e investigaba sobre sus atributos.
Animado por la acogida que tuvo su obra, continuó con su proyecto de
comprensión de la búsqueda de fe, concluyendo Proslogium (1078), donde
presentaba lo que en el siglo XVIII llegó a conocerse como el argumento
ontológico de la existencia de Dios. Sostenía que incluso quienes dudaban de la
existencia de Dios habrían de observar cierta comprensión sobre lo que dudaban:
es decir, comprenderían a Dios como un ser del que no se puede pensar algo más
grande. Puesto que es más grande existir fuera de la mente que sólo en la
mente, un escéptico que negara la existencia de Dios estaría incurriendo en una
contradicción, ya que estaría afirmando que es posible pensar en algo más
grande que en un ser del que nada más grande se puede pensar. De aquí que, por
definición, Dios existe.
La crítica básica al argumento de san
Anselmo es que no se puede deducir la existencia fuera de la mente de nada,
analizando su definición. Ya en su época, el monje Gaunilón de Marmoutier puso
objeciones a su razonamiento, como más tarde lo harían santo Tomás de Aquino e
Immanuel Kant. Sin embargo, René Descartes, Baruch Spinoza, Gottfried Wilhelm
Leibniz y algunos pensadores contemporáneos han emitido razonamientos
similares.
En 1093, Anselmo fue llamado para
suceder a Lanfranco como arzobispo de Canterbury. Desde esta dignidad participó
en una época de grandes conflictos con Guillermo II el Rojo, sucesor de
Guillermo I el Conquistador en el trono de Inglaterra, sobre la
independencia de la Iglesia del poder regio. Tanto durante su estancia en
Inglaterra como en su posterior exilio italiano, san Anselmo estuvo siempre
enfrentado con los poderes seculares. A pesar de ello, continuó sus reflexiones
teológicas, escribiendo Cur Deus Homo, un estudio sobre la encarnación y
crucifixión de Jesucristo como una forma de expiación del pecado.
En 1100, cuando Enrique I heredó
la corona inglesa, Anselmo regresó a Canterbury, siendo posteriormente desterrado,
de nuevo, por sus continuas controversias con el Rey. Hasta 1106 no regresó a
Canterbury, donde vivió hasta el día de su fallecimiento, ocurrido el 2 de
abril de 1109. Fue canonizado en 1163 y declarado Doctor de la Iglesia en 1720.
Su festividad se celebra el 21 de abril.
-
Abelardo, Pedro (1079-c. 1142).
Filósofo y teólogo francés, cuya fama
como profesor le convirtió en una de las figuras más célebres del siglo XII.
Nació en Le Pallet (Bretaña) y dejó su hogar para estudiar en Loches con el filósofo
nominalista francés Roscelino y más tarde en París con el filósofo realista
francés Guillermo de Champeaux. Crítico de sus maestros, Abelardo comenzó a
enseñar en Melun, en Corbeil y en 1108, en París. Pronto adquirió fama por toda
Europa como profesor y pensador original. En 1117 se convirtió en tutor de
Eloísa, sobrina de Fulbert, canónigo de la catedral de Notre Dame en París.
Eloísa y Abelardo se enamoraron, y
ella dio a luz un hijo a quien llamaron Astrolabio. Ante la insistencia de
Abelardo se casaron en secreto y convenció a Eloísa para tomar los votos
sagrados en la abadía benedictina de Saint-Argenteuil. Su tío Fulbert, al
principio enfurecido por la relación entre los dos y después algo aplacado por
su matrimonio, decidió, no obstante, que Abelardo tenía que abandonar a Eloísa
en la abadía y castrarse. La pareja se separó entonces: Eloísa entró en una
orden de religiosas, mientras Abelardo se recogió en la abadía de
Saint-Denis-en-France, en París.
La primera obra publicada de
Abelardo, un tratado sobre la Trinidad (1121), fue condenada y quemada por un
concilio católico que se reunió en Soissons en ese mismo año. Obligado a dejar
Saint-Denis-en-France, Abelardo fundó una capilla y un oratorio, llamado la
Paraclete, en Nogent-sur-Seine. En 1125 fue elegido abad del monasterio de
Saint-Gildas-de-Rhuis, donde escribió su autobiográfica Historia Calamitatum
(Historia de mis desventuras, 1132). En esa época comenzó la famosa relación
epistolar con Eloísa, cartas que han llegado a ser clásicos de la
correspondencia romántica. En 1140 san Bernardo de Claraval, eminente religioso
francés quien consideraba que los métodos dialécticos de Abelardo eran
peligrosos y poco respetuosos con los dogmas de la fe, convenció al concilio
católico reunido en Sens, y al papa Inocencio II, de condenarlo por sus
escritos y enseñanzas racionalistas y escépticas. En su camino a Roma para
apelar contra la condena, aceptó la hospitalidad de Pedro el Venerable, abad de
Cluny, y permaneció allí durante meses. Abelardo murió en un priorato
cluniaciense cerca de Chalon-sur-Saône. Su cuerpo fue llevado a la Paraclete;
cuando Eloísa murió en 1164 fue enterrada junto a él. En 1817 ambos cuerpos
fueron trasladados a una tumba común en el cementerio de Père Lachaise, en
París.
El atractivo romántico de la vida de
Abelardo a menudo oscurece la importancia de su pensamiento. Fue, sin embargo,
uno de los pensadores más destacados de la edad media. En el énfasis que puso
en la discusión dialéctica, Abelardo seguía al filósofo y teólogo del siglo IX
Juan Escoto Eriúgena , y precedía al filósofo escolástico italiano santo Tomás
de Aquino. La principal tesis dialéctica de Abelardo es que la verdad debe
alcanzarse sopesando con rigor todos los aspectos de una cuestión y se presentó
en Sic et Non (Así y de otra forma, c. 1123). También se anticipó a la
posterior dependencia teológica de la obra de Aristóteles, más que de la de
Platón.
Abelardo reaccionó con fuerza contra
las teorías del realismo extremo, negando que los conceptos universales tengan
existencia independiente fuera de la mente. Según Abelardo, 'universal' es una
palabra funcional que expresa la imagen combinada de esas asociaciones comunes
de palabras dentro de la mente. Esta posición no es nominalista, porque
Abelardo subraya que las asociaciones de las cuales está formada la imagen y a
las que se da un nombre universal tienen una cierta semejanza o naturaleza
común. Su teoría es un paso definitivo hacia el realismo moderado de Aquino,
pero carece de una explicación del proceso por el que se forman las ideas. En
la evolución de la ética, la mayor contribución de Abelardo fue sostener que un
acto debe ser juzgado por la intención que guía a quien lo realiza.
Además de las obras mencionadas,
Abelardo escribió muchos libros en latín sobre ética, teología y dialéctica,
así como poesía e himnos religiosos.
-
San Buenaventura (c. 1217-1274).
Teólogo cristiano y vicario general
de los franciscanos, célebre por sus escritos espirituales, se le conoció como
el Doctor Seráfico.
Buenaventura nació en Bagnoregio
(cerca de Viterbo, Italia), hijo de Juan de Fidanza. De nombre Juan, ingresó en
la Universidad de París en 1235, donde estudió bajo las enseñanzas de Alejandro
de Hales. Ingresó en la orden franciscana en 1243, y adoptó el nombre de
Buenaventura y profundizó en sus estudios hasta convertirse en maestro
(profesor) de teología en 1254. Durante este periodo preparó un comentario
sobre las Escrituras, el Breviloquium y al igual que su coetáneo Tomás de
Aquino, trabajó para integrar la visión aristotélica en la tradición de san
Agustín. Buenaventura aceptó gran parte de la filosofía científica de
Aristóteles, pero rechazó cuanto conocía de su metafísica por insuficiente, ya
que, según Buenaventura, al filósofo no le guiaba la luz de la fe cristiana. La
doctrina de la iluminación de la mente humana (el alma) por el divino —una
forma de identificar la verdad o falsedad del juicio— la tomó de las doctrinas
de san Agustín. Su Itinerario de la mente hacia Dios (1259) y sus breves tratados
místicos reflejan su preocupación por la forma en que el alma reconoce y se une
a Dios.
Célebre por sus estudios y buen
juicio, Buenaventura fue elegido vicario general de los franciscanos en 1257,
en un momento en que la comunidad se hallaba escindida a causa de la
controversia sobre hasta qué punto debía, como orden, respetar el compromiso de
san Francisco con la pobreza. Consiguió superar dicha división y por ello se le
considera como el segundo fundador de la orden. Escribió (1263) la versión oficial
de la Vida de san Francisco de Asís, y se dedicó a viajar y a predicar el
estilo de vida franciscano.
El papa Gregorio X (Papa entre 1271 y
1276) le nombró cardenal arzobispo de Albano en mayo de 1273 y Buenaventura
colaboró en los preparativos del Concilio de Lyon convocado para solventar el
cisma con la Iglesia oriental. Murió el 15 de julio de 1274 en Lyon.
El papa Sixto IV santificó a
Buenaventura en 1482 y en 1587 o 1588, el papa Sixto V le nombró doctor de la
Iglesia. Su festividad se celebra el 15 de julio.
-
Averroes (1126-1198).
Filósofo árabe musulmán, físico,
jurista maliki y teólogo ashari, nació en Córdoba, España. Su padre, un juez de
Córdoba, le enseñó jurisprudencia musulmana. En su ciudad natal también estudió
teología, filosofía occidental y matemáticas con el filósofo árabe Ibn Tufayl,
y medicina con el médico árabe Avenzoar. Averroes fue designado juez en Sevilla
en 1169 y en Córdoba en 1171; en 1182 se convirtió en el médico de Abu Yaqub
Yusuf, el califa almohade de Marruecos y de la España musulmana. La idea de
Averroes de que la razón prima sobre la religión le llevó al exilio en 1195 por
orden de Abu Yusuf Yaqub al-Mansur; fue restituido poco antes de su muerte.
Averroes mantenía que las verdades
metafísicas pueden expresarse por dos caminos: a través de la filosofía (según
pensaba el griego clásico Aristóteles y los neoplatónicos de la antigüedad
tardía) y a través de la religión (como se refleja en la idea simplificada y
alegórica de los libros de la revelación). Aunque en realidad Averroes no
propuso la existencia de dos tipos de verdades, filosófica y religiosa, sus
ideas fueron interpretadas por los pensadores cristianos, que las clasificaron
de "teoría de la doble verdad". Rechazó el concepto de la creación
del mundo en el tiempo: mantenía que el mundo no tiene principio. Dios es el
"primer motor", la fuerza propulsora de todo movimiento, que
transforma lo potencial en lo real. El alma individual humana emana del alma
universal unificada. Los amplios comentarios de Averroes sobre la obras de
Aristóteles fueron traducidos al latín y al hebreo y tuvo gran influencia tanto
en la escolástica y la filosofía cristiana (en la Europa medieval) como en los
filósofos judíos de la edad media. Su principal obra original fue Tahafut
al-Tahafut (árabe, "La destrucción de la destrucción"), donde rebate
una obra del teólogo islámico Algazel sobre la filosofía. Es también autor de
obras sobre medicina, astronomía, derecho y gramática.
-
Maimónides (1135-1204).
Filósofo, matemático y físico
hispanojudío. Nacido en Córdoba, fue también conocido como Rambam (por las
iniciales de su verdadero nombre, Rabí Mosheh ben Maimon). Tras ser conquistada
Córdoba, en 1148, por los almohades, que impusieron las leyes del islam tanto a
cristianos como a judíos, la familia de Maimónides decidió exiliarse. Después
de errar durante años, se establecieron en Egipto. Allí Maimónides llegó a ser
rabino principal de El Cairo y médico de Saladino I, sultán de Egipto y Siria.
La contribución de Maimónides a la
evolución del judaísmo le proporcionó el sobrenombre de segundo Moisés. Su gran
obra en el campo de la legislación judía es la Mishné Torá (Repetición de la
Ley), desarrollada en 14 libros y escrita en hebreo (1170-1180), que siguió
modificando hasta su muerte. Además, formuló los Trece artículos de fe, uno de
los diversos credos a los que numerosos judíos ortodoxos todavía se adhieren.
Está reconocido como el filósofo judío más importante de la edad media. En Guía
de perplejos, escrita en árabe (c. 1190), Maimónides intenta armonizar fe y
razón conciliando los dogmas del judaísmo rabínico con el racionalismo de la
filosofía aristotélica en su versión árabe, que incluye elementos de
neoplatonismo. Esta obra, en la que considera la naturaleza de Dios y la
creación, el libre albedrío y el problema del bien y del mal, tuvo una gran
influencia en filósofos cristianos como santo Tomás de Aquino y san Alberto
Magno. Su utilización de un método alegórico, aplicable a la interpretación
bíblica, que minimizaba el antropomorfismo, fue condenada durante varios siglos
por muchos rabinos ortodoxos; pero las cuestiones conflictivas de su
pensamiento han perdido relevancia en la época moderna. La fama de Maimónides
como médico igualaba a la que gozó como filósofo y autoridad en la ley judía.
También escribió sobre astronomía, lógica y matemáticas.
-
Santo Tomás de Aquino (1225-1274).
A veces llamado doctor angélico y el
príncipe de los escolásticos, filósofo y teólogo italiano, cuyas obras lo han
convertido en la figura más importante de la filosofía escolástica y uno de los
teólogos sobresalientes del catolicismo.
Nació
en una familia noble en Roccasecca (cerca de Aquino, en Italia) y estudió en el
monasterio benedictino de monte Cassino y en la Universidad de Nápoles. Ingresó
en la orden de los dominicos todavía sin graduarse en 1243, el año de la muerte
de su padre. Su madre, que se oponía a la entrada de Tomás en una orden
mendicante, le confinó en el castillo familiar durante más de un año en un vano
intento de hacerle abandonar el camino que había elegido. Le liberó en 1245, y
entonces Tomás viajó a París para completar su formación. Estudió con el
filósofo escolástico alemán Alberto Magno, siguiéndole a Colonia en 1248.
Porque Tomás era de poderosa constitución física y taciturno, sus compañeros
novicios le llamaban buey mudo, pero Alberto Magno había predicho que
"este buey un día llenará el mundo con sus bramidos".
Tomás
de Aquino fue ordenado sacerdote en 1250, y empezó a impartir clases en la
Universidad de París en 1252. Sus primeros escritos, en particular sumarios y
explicaciones de sus clases, aparecieron dos años más tarde. Su primera obra
importante fue Scripta super libros Sententiarum (c. 1256), que consiste en
comentarios sobre una obra influyente relacionada con los sacramentos de la
Iglesia, conocida como el Sententiarum libri quatuor, del teólogo italiano
Pedro Lombardo. En 1256 a Tomás de
Aquino se le concedió un doctorado en teología y fue nombrado profesor de
filosofía en la Universidad de París. El papa Alejandro IV, que ocupó la silla
pontificia desde 1254 hasta 1261, le llamó a Roma en 1259, donde sirvió como
consejero y profesor en la curia papal. Regresó a París en 1268, y en seguida
llegó a implicarse en una controversia con el filósofo francés Siger de Brabant
y otros seguidores del filósofo islámico Averroes.
Estudio
de Aristóteles y los averroístas para comprender la crucial importancia de esta
polémica en la evolución del pensamiento de Occidente, es necesario considerar
el contexto en que se produjo. Antes de Tomás de Aquino, el pensamiento
occidental había estado dominado por la filosofía de san Agustín, el gran Padre
y Doctor de la Iglesia occidental durante los siglos IV y V, quien consideraba
que en la búsqueda de la verdad se debía confiar en la experiencia de los
sentidos. A principios del siglo XIII las principales obras de Aristóteles
estuvieron disponibles en una traducción latina de la escuela de traductores de
Toledo, acompañadas por los comentarios de Averroes y otros eruditos islámicos.
El vigor, la claridad y la autoridad de las enseñanzas de Aristóteles
devolvieron la confianza en el conocimiento empírico, lo que originó la
formación de una escuela de filósofos conocidos como averroístas. Bajo el
liderazgo de Siger de Brabant, los averroístas afirmaban que la filosofía era
independiente de la revelación. Esta postura amenazaba la integridad y
supremacía de la doctrina católica, apostólica romana y llenó de preocupación a
los pensadores ortodoxos. Ignorar a Aristóteles, tal como lo hacían los
averroístas, era imposible, y condenar sus enseñanzas era inútil. Tenía que ser
tenido en cuenta. San Alberto Magno y otros eruditos habían intentado hacer
frente a los averroístas, pero con poco éxito. Santo Tomás triunfó con
brillantez.
Reconciliando
el énfasis agustino sobre el principio humano espiritual con la afirmación
averroísta de la autonomía del conocimiento derivado de los sentidos, Tomás de
Aquino insistía que las verdades de la fe y las propias de la experiencia
sensible, así como las presentadas por Aristóteles, son compatibles y
complementarias. Algunas verdades, como el misterio de la encarnación, pueden
ser conocidas sólo a través de la revelación, y otras, como la composición de
las cosas materiales, sólo a través de la experiencia; aun otras, como la
existencia de Dios, son conocidas a través de ambas por igual. Así, la fe guía
al hombre hacia su fin último, Dios; supera a la razón, pero no la anula. Todo
conocimiento, mantenía, tiene su origen en la sensación, pero los datos
sensibles pueden hacerse inteligibles sólo por la acción del intelecto, que
eleva el pensamiento hacia la aprehensión de tales realidades inmateriales como
el alma humana, los ángeles y Dios. Para lograr la comprensión de las verdades
más elevadas, aquellas con las que está relacionada la religión, es necesaria
la ayuda de la revelación. El realismo moderado de santo Tomás afirmó los
grandes conceptos de su sistema en el pensamiento, en oposición al realismo
extremo, el cual los proponía como independientes del pensamiento humano. No
obstante, admitía una base para los universales en las cosas existentes en
oposición al nominalismo y conceptualismo. En su filosofía de la política, a
pesar de reconocer el valor positivo de la sociedad humana, se propone
justificar la perfecta racionalidad de la subordinación del Estado a la
Iglesia.
Santo
Tomás primero sugirió su opinión madurada en De unitate intellectus contra
averroistas (1270). Esta obra volvió la tendencia contra sus oponentes, quienes
fueron censurados por la Iglesia.
Santo
Tomás dejó París en 1272 y se fue a Nápoles, donde organizó una nueva escuela
dominica. En marzo de 1274, mientras viajaba para asistir al Concilio de Lyon,
al que había sido enviado por el papa Gregorio X, cayó enfermo. Murió el 7 de
marzo en el monasterio cisterciense de Fossanova.
Con
más fortuna que ningún otro teólogo o filósofo, santo Tomás organizó el
conocimiento de su tiempo y lo puso al servicio de su fe. En su esfuerzo para
reconciliar fe con intelecto, creó una síntesis filosófica de las obras y
enseñanzas de Aristóteles y otros sabios clásicos: de san Agustín y otros
Padres de la Iglesia, de Averroes, Avicena, y otros eruditos islámicos, de
pensadores judíos como Maimónides y Solomon ben Yehuda ibn Gabirol, y de sus
predecesores en la tradición escolástica. Esta síntesis la llevó en la línea de
la Biblia y la doctrina católica.
El
éxito de santo Tomás fue inmenso; su obra marca una de las escasas grandes
culminaciones en la historia de la filosofía. Después de él, los filósofos
occidentales sólo podían elegir entre seguirle con humildad o inclinarse hacia
alguna otra dirección diferente. En los siglos posteriores a su muerte, la
tendencia dominante y constante entre los pensadores católicos fue adoptar la
segunda alternativa. El interés en la filosofía tomista empezó a restablecerse,
sin embargo, hacia el final del siglo XIX. En la encíclica Aeterni Patris (Del Padre eterno, 1879), el
papa León XIII recomendaba que la filosofía de santo Tomás fuera la base de la
enseñanza en todas las escuelas católicas. El papa Pío XII, en la encíclica
Humani generis (1950), afirmaba que la filosofía tomista es la guía más segura
para la doctrina católica y desaprobaba toda desviación de ella. El tomismo
permanece como una escuela importante en el pensamiento contemporáneo. Entre
los pensadores, católicos y no católicos, que han trabajado dentro del marco
tomista, han estado los filósofos franceses Jacques Maritain y Étienne Gilson.
Santo
Tomás fue un autor prolífico en extremo, con cerca de 800 obras atribuidas. Las
dos más importantes son Summa contra Gentiles (1261-1264), un estudio razonado
con la intención de persuadir a los intelectuales musulmanes de la verdad del
cristianismo y la Summa theologica (1265-1273), en tres partes (sobre Dios, la
vida moral del hombre y Cristo), de la que la última está inacabada.
-
Duns Escoto, Juan (c. 1266-1308).
Teólogo y filósofo escocés, creador de
la escuela escolástica llamada escotismo. Nacido en Duns, Lothian, Duns Escoto
entró en la orden franciscana y estudió en las universidades de Oxford y París.
Más tarde impartiría clases en ambos centros sobre las Sentencias, el manual
teológico básico del teólogo italiano Pedro Lombardo. En 1303 se exilió de
París por negarse a apoyar a Felipe IV, rey de Francia, en su disputa con el
papa Bonifacio VIII sobre la los impuestos con que se gravaban las propiedades
de la Iglesia. Después de un breve exilio Duns Escoto volvió a París, donde
enseñó hasta 1307. A finales de ese año fue enviado a Colonia, donde dio clases
hasta su muerte, el 8 de noviembre de 1308. Sus escritos más importantes son
las dos colecciones de Comentarios sobre las Sentencias y los tratados
Cuestiones quodlibetic, Cuestiones sobre metafísica, y Sobre el principio
primero. A causa de su intrincado pero hábil método de análisis, en concreto en
su defensa de la doctrina de la Inmaculada Concepción (que el papa Pío IX
definió como dogma de la Iglesia católica en 1854), se le conoce como Doctor
Subtilis (en latín, 'doctor sutil').
En su sistema de filosofía Duns
Escoto analizó con precisión los conceptos de causalidad y posibilidad en un
intento de establecer una prueba rigurosa de la existencia de Dios, el ser
primero e infinito. No obstante, mantenía que para conocer la verdad en toda su
amplitud y cumplir con el propio destino eterno no debe limitarse a hacer uso
de las intuiciones derivadas del conocimiento natural o la filosofía, sino que
también debe intentar conocer y aceptar la revelación divina. La revelación
complementa y perfecciona el conocimiento natural, y, en consecuencia, no puede
haber contradicción entre ellos. Para Duns Escoto, teología y filosofía son
disciplinas distintas y separadas; sin embargo, se complementan, porque la
teología recurre a la filosofía como una herramienta. En su opinión, el interés
primordial de la teología es Dios, considerado desde el punto de vista de Su
propia naturaleza, mientras que la filosofía sólo apela a Dios en la medida en
que Él es la causa primera de las cosas. Al considerar la naturaleza de la
teología como una ciencia, sin embargo, Duns Escoto se apartó de forma clara de
su precursor dominico, santo Tomás de Aquino. Mientras santo Tomás definía la
teología primero y ante todo como una disciplina especulativa, Duns Escoto
abordaba la teología como una ciencia práctica, interesada en cuestiones
teóricas sólo en la medida en que éstas se plantean como fin el salvar almas a
través de la revelación. Argumentó que mediante la fe una persona puede conocer
con absoluta certeza que el alma es incorruptible e inmortal; la razón puede
argumentar con verosimilitud la existencia de tales cualidades del alma, pero
no puede probar que existan con exactitud.
Como santo Tomás, Escoto fue un
realista de la filosofía, pero se distinguía de éste en ciertas materias
básicas. El principal punto de diferencia entre ellos está relacionado con sus
ideas de la percepción. Duns Escoto mantenía que una comprensión directa,
intuitiva, de las cosas concretas se obtiene tanto a través del intelecto como
de los sentidos. Aquino, por otro lado, sostenía que el intelecto no conoce por
sí mismo la singularidad de las cosas materiales sino sólo las naturalezas
universales abstraídas a su vez de las percepciones.
Duns Escoto afirmaba que los universales
no tienen una existencia separada de la mente humana, sino que cada cosa
separada o 'singular' posee una naturaleza distinta hacia el exterior que
comparte con otras cosas de la misma clase. Este hecho, pensaba, suministra el
fundamento objetivo de nuestro conocimiento sobre las verdades esenciales.
Siguiendo la tradición franciscana establecida por el teólogo italiano San
Buenaventura, Duns Escoto recalcó la primacía de la libertad humana y de los
actos de amor sobre el intelecto. Evitaba una visión arbitraria o voluntarista
de los actos de Dios, aunque advertía al mismo tiempo que la existencia actual
de las cosas depende de una decisión libre tomada por Dios, y sostenía que las
obligaciones morales dependen de la voluntad de Dios. Esa voluntad, enseñaba,
es libre por completo y no estaba formada o determinada por motivos concretos.
Dios ordena una acción no porque él vea que es buena, como afirmaba santo
Tomás, sino que la hace buena al ordenarla.
Duns Escoto fue uno de los más
profundos y refinados teólogos y filósofos medievales conocidos por su
filiación escolástica. Durante muchos siglos después de su muerte, sus
seguidores, llamados escotistas, estuvieron en conflicto con los adeptos de
santo Tomás, que eran llamados tomistas.
-
Ockham, Guillermo de (c. 1285-c. 1349).
Conocido como Doctor Invincibilis (en
latín, ‘Doctor invencible’) y
Venerabilis Inceptor (en latín, ‘Venerable iniciador’), filósofo inglés
y teólogo escolástico, considerado el mayor representante de la escuela nominalista,
la más consistente y directa rival de las escuelas tomista y escotista.
Nació en Surrey, Inglaterra. Entró en
la orden de los franciscanos y estudió y enseñó en la Universidad de Oxford
desde 1309 hasta 1319. Acusado por el papa Juan XXII de impartir enseñanzas
peligrosas, permaneció en arresto domiciliario desde 1324 hasta 1328 en el
palacio papal de Aviñón (Francia) mientras se sometía a examen la ortodoxia de
sus escritos. Se alió con los franciscanos contra el papa en una disputa sobre
la pobreza de la orden y huyó a Munich en 1328 para acogerse a la protección de
Luis IV, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que había rechazado la
autoridad pontificia en asuntos políticos. Excomulgado por el Papa, Ockham
escribió contra el papado y defendió al emperador hasta que este murió en 1347.
El filósofo murió en Munich, mientras intentaba lograr una reconciliación con
el papa Clemente VI.
Ockham alcanzó la fama como alguien
que aplicó la lógica de forma rigurosa para mostrar que muchas creencias de los
filósofos cristianos (por ejemplo que Dios es uno, omnipotente, creador de
todas las cosas, y que el alma humana es inmortal) no se podían probar mediante
la razón filosófica o natural, sino tan sólo a través de la revelación divina.
Su nombre se atribuye al principio de economía en lógica formal, conocido como
‘la navaja de Ockham’, según la cual las entidades no tienen que ser
multiplicadas sin necesidad.
C. FILOSOFÍA ARABE Y JUDÍA.
·
Filosofía Arabe: los Árabes conocen el pensamiento griego
a través de Siria, y así la filosofía va a servir para interpretar o comentar
al Corán. Como la escolástica cristiana, se plantea aquí el tema de las
relaciones entre religión y filosofía. El pensamiento griego aparece como un bloque, y así Aristóteles
va unido sin distinciones claras a doctrinas neoplatónicas. Hay, pues, un
sincretismo o mezcla doctrinal a la base del pensamiento árabe. Los principales postulados de
esta filosofía fueron realizados por Averroes.
·
Filosofía Judía: Moisés Maimónides (1135 – 1024),
cordobés, contemporáneo de Averroes, autor de una Guía de Perplejos, aspira a
armonizar filosofía y religión. Es una verdadera suma de escolástica judía, el
ejemplo más complejo perfecto de este tipo de obras en las filosofías orientales.
El objeto supremo de la religión y de la filosofía es el conocimiento de Dios;
es menester poner de acuerdo a los principios y resultados de ambas; el tratado
de Maimónides se dirige a los que dueños de esos conocimientos, están dudosos o
perplejos acerca del modo de hacer compatibles las dos cosas; se trata de una
indecisión, no de un extravío.
La importancia de la filosofía árabe
y judía, y en especial de sus principales representantes Averroes y Maimónides,
es grande; pero más aún por lo que han influido en la Escolástica cristiana,
que por su interés propio. No puede compararse al alcance metafísico y
teológico de estos pensadores con el de los grandes cristianos, fue el
conocimiento de Aristóteles. Esto les da un material filosófico enormemente
superior al de los pensadores cristianos contemporáneos, y esta ventaja durará
hasta el siglo XVIII.
BIBLIOGRAFIA
“Enciclopedia Microsoft Encarta 99”.
GARCÍA M. Manuel; (1971). “Lecciones
Preliminares de Filosofía.” Editorial Porrúa. 3ra edición.
México D.F., México.
HIRSCHBERGER, J.; (1968). “Breve
Historia de la Filosofía.” Edittorial Herder. 2da edición.
Barcelona, España.
MARÍAS, Julián; (1960). “Historia
de la Filosofía.” Ediciones Castilla. 12ª edición. Madrid,
España.
Fuente: www.monografias.com
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