ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
El hombre
como problema
La condición incompleta, deficitaria, imperfecta,
insuficiente e inconclusa de la naturaleza humana, ha atravesado diagonalmente
el pensamiento. La conciencia de ser un ente inacabado ha colocado las
discusiones sobre la naturaleza humana en distintos matices. Sin embargo han
compartido el mismo tema de la problematicidad, mistérica o trascendental de la
condición humana Reseñemos las autores más importantes en su orden desde
finales del siglo IXX:
Max Scheler filósofo alemán fue uno de los más
importantes precursores de la antropología filosófica e insistente pensador de
la condición humana; en su obra más importante, El puesto del hombre en el
cosmos, argumento que el intento por resolver la cuestión de que es el hombre
se encajaría en tres líneas: una de tradición griega definiendo al hombre a
partir de la razón o filosófica, la segunda de raíz judeocristiana según la
cual el hombre es creación de dios a su imagen o teológica; y la última, que
considera al hombre el pináculo más perfecto de la evolución orgánica o
científica.
Scheler critica el monismo de estas corrientes,
todas pretenden definir al hombre a partir de un aspecto. Su reflexión, en
cambio pretende conciliar las visiones dichas sin negar ninguna. Se propone
identificar la esencia de lo humano, para ello afirma que el hombre es
esencialmente espíritu, un ser tensional, puesto que el espíritu diferencia radicalmente
al hombre tanto de lo inorgánico como de lo orgánico. El espíritu es el
principio cognoscitivo y no es evolutivo: las plantas no tienen conciencia, los
animales tienen conciencia pero el hombre tiene autoconciencia. El concepto del
hombre de Schler lo analiza Farber en su ensayo Max Scheler on the Place of Man
in the Cosmos
Plessner Helmut, un filósofo nacido a finales del
siglo IXX y muerto hace dos décadas, definió al hombre como un ser en una posición
excéntrica. Esto quiere decir que el hombre habita el límite entre el mundo de
los organismos y el mundo construido por él, el mundo de la cultura. Mientras
que el mundo del animal está atado a su aquí y ahora y orientado únicamente por
las fuerzas de sus impulsos orgánicos, el hombre decide y/o puede tanto
resistirse a ellos como fabricar un mundo autónomo o más allá del cuerpo, tal
condición define tanto su libertad como su naturaleza particular. En suma se
orienta hacia sí mismo como al exterior de sí.
Ghelen Arnold educado en el ambiente de Scheler
marcó sin embargo una posición distinta respecto a Plessner y a su maestro, ya
que en su libro El hombre, su naturaleza y su lugar en el mundo definió al
hombre como un animal defectuoso cuya tutela individual es asumida por los
aparatos institucionales, subsanando el faltante en su naturaleza. El hombre es
un ser deficitario.
Por ultimo podemos agrupar varios autores
contemporáneos, entre ellos a Michel Foucault, Jacques Lacan, Gilles deleuze,
en una concepción neo critica de lo humano, cuyo carácter común es el
redimensionamiento de lo humano, en discusión con las nociones de hombre de la
modernidad. Foucault (1985) afirma que el hombre es una forma de la práctica
discursiva de la modernidad originado en el cruce de saberes de las ciencias
humanas, con ello propone la posibilidad de construcción de múltiples formas de
humanidad no restringidas a la concepción de hombre de la cultura occidental
europea desde el siglo XVIII. Lacan desde su interpretación del sicoanálisis,
defiende al sujeto en falta porque el sujeto completo, de la verdad, es sujeto
sin falta, o sin deseo, con lo cual se designa la muerte, por lo tanto el
sujeto es precisamente el deseo o incompletud radical. Deleuze, (Gilles, 1987,
pág. 153), define al sujeto como pliegue del afuera, con lo cual la
interioridad es sola una extensión de la exterioridad, y comporta todas sus
cualidades, no hay separación cuerpo-mente sino línea continua dinamizada por la
fuerzas deseantes en el ser, así, el ser humano es una subjetividad en
construcción múltiple.
Diversidad
de saberes antropológicos
Ya vimos en la temática pasada que las diferentes
interpretaciones del hombre encuadran en tres tradiciones como nos ilustra la
figura número tres. Scheler fue quien estableció estos tres ámbitos de ideas en
su recorrido por la historia del pensamiento occidental y así lo manifestaría
en su obra, El puesto del hombre en el cosmos: Si se pregunta a un europeo
culto lo que piensa al oír la palabra hombre, casi siempre empezarán a
rivalizar en su cabeza tres círculos de ideas, totalmente inconciliables entre
sí. Primero, el círculo de ideas de la tradición judeocristiana: Adán y Eva, la
creación, el Paraíso, la caída. Segundo, el círculo de ideas de la antigüedad
clásica; aquí la conciencia que el hombre tiene de sí mismo se elevó por
primera vez en el mundo a un concepto de su posición singular mediante la tesis
de que el hombre es hombre porque posee “razón”, logos, fronesis, ratio, mens,
etc., donde logos significa tanto la palabra como la facultad de apresar el
“qué” de todas las cosas. Con esta concepción se enlaza estrechamente la
doctrina de que el universo entero tiene por fondo una “razón” sobrehumana, de
la cual participa el hombre y sólo el hombre entre todos los seres. El tercer
círculo de ideas es el círculo de las ideas forjadas por la ciencia moderna de
la naturaleza y por la Psicología genética y que se han hecho tradicionales
también hace mucho tiempo; según estas ideas, el hombre sería un producto final
y muy tardío de la evolución del planeta Tierra, un ser que sólo se
distinguiría de sus precursores en el reino animal por el grado de complicación
con que se combinarían en él energía y facultades que en sí ya existen en la
naturaleza infrahumana. Esos tres círculos de ideas carecen entre sí de toda
unidad. Poseemos, pues, una antropología científica, otra filosófica y otra
teológica, que no se preocupan una de otra. Pero no poseemos una idea unitaria
del hombre.
Pues bien, las tres concepciones antropológicas
planteadas se pueden resumir en sus características fundamentales:
Concepción judeocristiana: El hombre
fue creado a
imagen y semejanza de dios, lo
antecedía un estado paradisiaco hasta cometer una falta original por la cual es
expulsado del edén, lo cual hace su naturaleza dual: su cuerpo aprisiona el
alma, así el cuerpo es el lugar del mal
y el alma de la pureza o el bien. Sin embargo su condición de hijo de Dios le
da el dominio sobre todo la naturaleza, y su pecado será redimido por el
sacrificio de Jesucristo, esta antropología revelada, ocurre en la edad media y
abarca desde san Agustín hasta Pascal.
La concepción filosófica: puede resumirse en las
cualidades del pensamiento griego, ya que es allí donde la razón se convierte
en el centro de la concepción de lo humano, es Aristóteles quien define al hombre como
un animal racional,
pero enraíza sus
antecedentes en la
hermenéutica socrática. El hombre
posee razón y tal atributo lo pone por encima de los animales, le da
posibilidad de elegir su destino y de transformar el mundo con la técnica. En
suma para el pensamiento griego el logos la razón es la particularidad
trascendental o de divinidad en lo humano, lo hace libre, autónomo y
constructor de su ambiente.
El enfoque científico o naturalista del hombre: enfatiza su condición de
hombre que fabrica, que usa herramientas, allí la teoría de Darwin marca una
diferencia de grado del hombre con los demás organismos y no de naturaleza, es
decir el hombre es un producto evolutivo del desarrollo de los organismos y
surgió desde la ameba pasando por todos los cambios según la selección natural,
en intercambio con su medio ambiente. Su mente y cuerpo son elementos de la
misma materia orgánica y su cerebro por ende su mente solo es el resultado del
desarrollo de los sistemas nerviosos centrales, y su lenguaje es un conjunto de
señales extensivas de éstos. Aun así el homo faber es el puntal evolutivo de
toda la selección natural.
Teocentrismo,
Antropocentrismo, y subjetividad
Como en la lección anterior abordamos la temática
acerca de las corrientes de definición de lo humano, en el tema presente podemos
abordar tres actitudes del hombre occidental para definir su lugar en el mundo,
su posición espacial y que substrato la sustenta. Las fuerzas desconocidas,
indescifrables en principio a merced de las cuales se hallan los humanos, los
han llevado a establecer mojones a los cuales atar su existencia y así
justificar su acción en el mundo aun cuando este aparezca ignoto, peligroso o
misterioso.
En el transcurrir de su alianza con el ser mismo,
el hombre ha pasado por sostener su existir en variados lugares, el medioevo
presenció la profunda desconfianza del hombre en sus fuerzas, allí se obligó a
ajustar sus amarras en el mundo metafísico expresado por Dios y la mítica
judeocristiana a esta actitud se le llama el teocentrismo; luego el hombre del
renacimiento gano confianza en sí mismo tanto que hizo el centro de sus
concepciones y en particular el hombre europeo se tomó como medida
civilizatoria para todas las formas humanas, una forma humana se tomó el mundo,
se le llama antropocentrismo; con los tiempos contemporáneos surgió la sospecha
por aquella exaltación de la forma humana y en particular por sus propósitos de
convertirse en forma dominante para convertir en figuras serviles a distintos
grupos humanos, surgió entonces una mirada sobre el sujeto denominada
subjetividad.
El Teocentrismo, configuración sociocultural
geocéntrica vivida y practicada durante la edad media europea, consistió en la
organización de toda la vida humana alrededor de dios, bajo la premisa
fundamental de que Dios era creador del universo fuente de verdad y del bien. De tal
modo que la
vida social transcurre
normada por las
prácticas religiosas, peregrinaciones,
romerías, los intercambios económicos se dan en los monasterios y santuarios,
la guerra, práctica central de la edad media adquiere significado en las
cruzadas contra los sarracenos por liberar tierra santa para la cristiandad. El
arte, la iconografía y la estética se alimentan de ese hieratismo religioso
donde el cuerpo es lugar de tentación y pecado. También la concepción de la
muerte suponía que esta fuera un paso al seno del reino de Dios, o al infierno
y el paso por la tierra mero tránsito. El hombre medieval era un siervo de Dios
y de sus funcionarios en la tierra. Según Foucault hay un orden epistémico de
interpretación en la edad media: la analogía, el orden se refleja escalarmente,
como es abajo es arriba como es el microcosmos es el macrocosmos.
Experimentación y la racionalización le otorgan al
hombre bríos jamás antes pensados, en el camino de las nuevas ciencias, entre
ellas las humanas aparecen los pueblos de otras lugares y de otros “tiempos” se
dibuja, en fin, la figura de la antropología para dar cuenta de esa experiencia
de otros grupos humanos y sus organizaciones.
La subjetividad. La demoledora critica del
posestructuralismo (Foucault, Deleuze, Derrida, Lacan) a los modos de
representación del sujeto moderno, central, racional y organizado linealmente
según una teoría de la historia humana, propuso una definición del sujeto no
como una sustancia definida para siempre como un substrato trascendental previo a la cultura y a las vidas de los individuos,
sino como una práctica o calidad de subjetividad: el individuo es una potencia
en acción no es un núcleo duro, es un hacer en modificación continua con lo
real, radicalmente situado socioculturalmente, un modo de ser pero sobre todo
un modo de hacer.
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